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La soledad de Ricardo – SinEmbargo MX

La gran duda ha sido, durante muchos años, a cuántos puede arrastrar Ricardo Monreal con él si decidiera salirse del movimiento de izquierda y cómo podría capitalizar la oposición esa escisión. En concreto –porque el Senador genera estas tensiones justo cuando se debaten internamente las posiciones y candidaturas–, cuántos puntos porcentuales daría a la oposición y cuántos le restaría a Morena. No creo que, después de años de amenazas, se trate de algo más allá que un cálculo. Seguramente en algunos hay un apego emocional hacia Monreal, pero se ha trascendido ese punto y es cosa de ver las redes para medirlo.

La duda sobre su peso político es lo que provoca tensión en Morena y el zacatecano ha aprendido a administrarla según su conveniencia. En el pasado, el método de negociación –presionar para obtener concesiones– le ha funcionado: antes de 2018, la penúltima vez que amenazó con irse, era un Alcalde más en la Ciudad de México; hoy tiene reflectores y controla formalmente la mayoría del Senado de la República mientras que su familia disfruta distintas posiciones dentro del movimiento lópezobradorista. Aquello fue muy conveniente. No puedo decir que hoy tuvo el mismo efecto.

Monreal es un individuo inteligente y astuto, dos condiciones inequívocas para ser un político profesional. Pero no recuerdo, y es paradójico dado su peso en el movimiento, qué ha hecho por el país; cuál es su obra emblemática, con cuál iniciativa ha marcado la vida de la República. Sin embargo, sí tengo presentes, de él, episodios en donde se le exhibe negociando con la oposición incluso a costa del movimiento o de personas dentro del movimiento.

Tampoco soy su biógrafo y quizás haya operado en zonas adonde no llegan los ojos de los reporteros. Pero si alguien me pregunta qué recuerdo de él, tendría que citar varios de los escándalos en los que denota ambición personal y no necesariamente una actitud de manada.

Producto de este último episodio, advierto un desgaste en Monreal por el método de negociación, por la legitimidad de sus exigencias y, sobre todo, por la ambigüedad. Y creo que tiene que ver con el momento que vive el país. Quizás en cualquier otro instante un Monreal podría sobrellevarse, pero no en éste, cuando dos bandos se disputan las riendas de México y miden sus fuerzas y revisan, a diario, sus posiciones.

Los mexicanos entregaron mayoría simple del Senado al lópezobradorismo y ver al coordinador de los senadores de Morena titubear o dar señales de que quiere irse a la oposición debe vivirse con angustia dentro de la izquierda. Lo lamento por él, porque su método de negociar con presiones no aplicaba para este momento, cuando se reclama, dado lo apretado de las posiciones, un compromiso mayor. Y creo que eso ha acelerado el desgaste del Senador con la misma base de Morena y eso es, quizás, lo último que podría permitirse alguien que vive de la aceptación de mayorías.

Y es curioso que la oposición tuvo menos paciencia con él que dentro del movimiento. Germán Martínez Cázares y Claudio X. González le demandaron una definición y posteriormente Jesús Zambrano y Marco Cortés le anunciaron que no le darían lo que quiere: posiciones. “Se tardó mucho”, dijeron líderes de PRD y PAN, que en una traducción adecuada significa “la liga con él ya se rompió”. En cambio, Monreal tuvo un gesto de tolerancia de parte del Presidente. López Obrador pidió directamente a los órganos de disciplina de su partido no actuar contra él, a pesar de que votó en contra del Plan B de la Reforma Electoral. “Purga no”, dijo AMLO, quien lo ha salvado del vacío muchas veces en su carrera.

A Monreal le quedan pocas opciones, según veo. Irse a Movimiento Ciudadano es una de ella; allí ha estado y Dante Delgado es su amigo casi desde que se apoderó de ese partido hace 27 años. Otra opción para el Senador es agachar la testa, aceptar que estiró la liga demasiado y volver a enamorar a las bases de Morena, que son las que le reclaman congruencia desde hace tiempo.

***

Ricardo Monreal trabajó en una alternativa para presionar a Morena o para, eventualmente, irse a su propio proyecto. Se llamó Fuerza por México. Su hija fue candidata, en las elecciones de 2021, por ese partido político nacido en 2019 como asociación civil e impulsado por dos amigos del Senador: Gerardo Islas Maldonado (de Nueva Alianza) y Pedro Haces Barba (líder sindical y exsenador de Morena). Él mismo hizo campaña con los candidatos de Fuerza por México, pero ni así logró los votos para mantener el registro. El INE lo canceló y, bueno, le suspendió la entrega de recursos, algo dolorosísimo para quienes ven la política como una máquina que se aceita con dinero.

Ese partido efímero logró parcialmente su cometido en la Ciudad de México. Lo primero, lo fundamental, era volverse una opción electoral y darle plataforma a Monreal; no se pudo. Lo segundo era causarle una derrota a la izquierda en terrenos de Claudia Sheinbaum, a quien dedica gran parte de su energía negativa. Esto último causó su distanciamiento con López Obrador, y más que eso: le generó un reclamo dentro de Morena. Visto a la distancia, Fuerza por México le trajo más animadversión que beneficios al Senador zacatecano, porque sí trajo daño al movimiento en la capital pero sobre todo a él.

Insisto en que Monreal es un individuo inteligente y astuto y seguramente encontrará vías para recolocarse. Nunca se le debe dar por derrotado. Pero creo que la palomilla se acercó demasiado al foco y se le achicharraron las alas. Hizo una apuesta fuerte y la perdió, por ahora. Para presionar a Morena necesitaba que la oposición se mantuviera ambigua respecto a él. Pero al menos PRD y PAN le han dado la espalda y eso le resta fuerza. Le han retirado el apoyo justo el día después de que votó en contra de la Reforma Electoral del Presidente. Creo que el mensaje es claro para él.

Ahora es un buen momento para que recupere el estribillo que ha usado por años: “Es un momento difícil para la política”, “conozco los riesgos que asumo con mi posición”, “estoy en un periodo de reflexión”, “estoy evaluando junto con mi familia cuáles son mis opciones” y, finalmente, eso de que “lo único que quiero es democracia en mi partido”.

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No resto importancia a Ricardo Monreal y quien lo haga, se equivoca. No tiene, en este momento, el peso que tenía antes de 2021 (empecé este texto con la gran duda: a cuántos puede arrastrar con él si decide irse y cómo capitalizaría la oposición esa escisión). Pero tiene una posición importante en el Senado y según entiendo, hay varios legisladores que en un momento dado se irían con él, abriendo la posibilidad de que la oposición tome la mayoría de esa cámara antes de las elecciones de 2024. Pero para eso deben presentarse varias condiciones y sobre todo, una oportunidad. No creo que Monreal use esa opción ahorita porque él y los suyos se quedan sin santo y sin la limosna. Era plan, al menos en el corto plazo, no salió como lo habían dibujado en papel. Pero traen la piedra en la mano.

Me parece que Monreal debe entrar, ahora sí, en un periodo de reflexión. En años pasados, eso del “periodo de reflexión” lo usaba como parte del discurso para amedrentar a Morena con que se iba. Era parte de lo que Germán Martínez llamó “malabares verbales” cuando le lanzó un reto, apenas la semana pasada: “Ya estuvo bueno de jalarle la liga al Presidente: ¿quiere un reintegro en Morena? ¡Que lo diga! Ya que se defina […]. Es tiempo de definiciones. Defínete Senador Monreal. Ya estuvo de tibiezas, ya estuvo de estar jugando”.

Durante ese periodo de reflexión, Monreal debe entender las causas del rechazo que vive hoy en Morena; entenderlas y trabajar sobre ellas. También, sugiero, debe buscar nuevas herramientas para promoverse, más allá del chantaje. Siento que se le volvió un vicio extorsionar para buscar posiciones. Eso no es saludable. Alguien como él obtiene posiciones importantes porque se vuelve confiable, pero si deja de ser confiable entonces pierde su lugar en la mesa donde se planean las cosas trascendentales.

Quizás Monreal deba voltear su propio argumento, que no pierde nada. Se queja de que lo expulsaron de la corte y así se justifica cuando arma rebeliones en los pasillos. ¿Y si lo ve al revés, como se le ve en muchos círculos? Quería estar en la corte y al mismo tiempo armar rebeliones en los pasillos y al mismo tiempo aspirar a ser rey y al mismo tiempo coqueteaba con las hijas de otros palacios enemigos. Todo, pues. Y además, si alguien lo veía feo por todo lo anterior, su respuesta era tirarse al piso y patalear y armar nuevas rebeliones en los pasillos y al mismo tiempo aspirar a ser rey y al mismo tiempo coquetear con todas las hijas disponibles de otros palacios enemigos a la mano.

El Monreal inteligente y astuto debería entrar en ese periodo de soledad y reflexión. Pero una reflexión de verdad, no ese “periodo de reflexión” al que se refiere, desde hace años, cuando quiere presionar para sacar provecho. De entrada puedo decir que no le será fácil recuperar la confianza de su partido e incluso de la oposición. Estiró demasiado la liga y se rompió. Volverla a unir sin que se le note el nudo será todo un reto.

Alejandro Páez Varela

Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017).
Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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