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Loret de Mola, una piedra en el zapato

“La última evidencia de Loret de Mola ha sido información que busca destruir el mito de que tenemos un Presidente austero, franciscano, pobre, que sólo trae 200 pesos en su cartera, y lo hace con un ejercicio administrativo sencillo”. Foto: Galo Cañas Rodríguez, Cuartoscuro

A falta de una oposición a la altura del Presidente López Obrador, está Loret de Mola y su equipo de investigación que, rutinariamente, ofrece información fresca y polémica sobre los tejemanejes de la elite del poder morenista. 

Aquella que se metió en un berenjenal cuando su líder afirmó que el movimiento hecho Gobierno operaría bajo el principio de “no mentir, no robar, no traicionar” que lo ha llevado a la máxima distinción del “no somos iguales” para diferenciarse de los políticos “corruptos y venales” del PRI y el PAN.

Y afirmó, que se metió en un berenjenal, porque es casi imposible que ese principio se cumpla en el ejercicio de los gobiernos y menos en los de agregación como es el morenista que, además, de los apetitos naturales del poder incluyó en funciones importantes de Gobierno a personajes de chile, dulce y de manteca que le dieron su propio toque a un sistema político que sigue siendo el mismo con sus manías y tentaciones, con sus rutinas y complicidades.

Ante esta oferta del poder morenista era previsible que la prensa más crítica tuviera un gran desafío para demostrar que en todos lados se cuecen habas más allá de los patrocinios. 

Y no sólo Loret de Mola y su equipo de investigación, sino, también los periodistas de Proceso, Animal Político, Carmen Aristegui, entre otros, que han encontrado ahí un nicho periodístico de gran valor para su explotación y sería estúpido en estas empresas exitosas, hacer como que no existe o creer que este Gobierno está libre de corrupción, cuando simple y sencillamente, los escándalos de corrupción venden en sociedades plurales.

Pero, además, ese ejercicio cotidiano, presta un servicio muy importante a nuestra democracia y sus contrapesos contribuyendo con su información a una sociedad mejor informada y capaz de distinguir entre las fakes news y las true news para tomar buenas decisiones en los asuntos públicos.

Obviamente este trabajo de escrutinio de lo público fastidia a los hombres y mujeres del poder porque no pueden controlar que sus “secretos” se ventilen en la escena pública provocando daños a sus símbolos e imágenes y más cuando contradicen el relato de la “pureza” del Presidente López Obrador exhibiéndolo en sus aciertos y errores, cuándo no la corrupción simple y llana en el poder.

Y lo preocupante, es la reacción, pues el Presidente en lugar de utilizar esa información para salir a dar la cara y exhibir la “corrupción” de este periodismo o, mejor, aprovecharla para limpiar de arriba hacia abajo la corrupción haciendo valer sus dichos “regeneradores” se va contra el mensajero o los mensajeros con todo tipo de insultos y descalificaciones que sólo sirve a sus seguidores más fieles, pero al resto deja pasmado e incrédulo.

Es decir, con esa reacción lo primero que arroja es que tenemos un personaje muy emocional y reactivo, que pone por delante su molestia cuando lo que se esperaría de un Jefe de Estado es que lo racionalice y de respuesta puntual a los señalamientos producto de investigaciones periodísticas. 

Así lo vimos, en la reciente solicitud formal que Loret de Mola hizo al Presidente López Obrador para entrevistarlo, es decir, hacerle una batería de preguntas donde muchas de ellas tienen que ver con las investigaciones propias sobre casos de corrupción y era una gran oportunidad, que tenía el titular del Ejecutivo para demostrar la presunta falsedad de los hallazgos del periodista de Latinus y su equipo de investigación. 

Sin embargo, el Presidente López Obrador lo desacreditó y se salió por la tangente caminando la ruta más penosa en la vida de un político que es el insulto y ante esa metralla verbal, el periodista, dio a conocer las preguntas que pretendía hacer a su eventual entrevistado, preguntas duras, que ante el rechazo violento han quedado en el imaginario de los mexicanos para que cada uno elabore su respuesta.

La última evidencia de Loret de Mola ha sido información que busca destruir el mito de que tenemos un Presidente austero, franciscano, pobre, que sólo trae 200 pesos en su cartera, y lo hace con un ejercicio administrativo sencillo. 

Ya que las leyes hablan de remuneraciones y no sólo de salarios y prestaciones en la función pública, habría que añadir al salario del Presidente que ronda los 162 mil pesos mensuales más todo aquello de lo que disfruta gratis al vivir en Palacio Nacional (departamento, alimentos, electricidad, agua, tintorería, empleados básicos) y, asociado estos gastos, a costos promedio por metro cuadrado de la zona del Centro Histórico, alcanza “conservadoramente” una cantidad aproximada de 405 mil pesos mensuales. 

O sea, es la suma de todo aquello, que pagaría cualquier persona en forma proporcional a su vivienda y que, a simple vista, los ingresos nominales y prestaciones que recibe por ser Presidente serían insuficientes para cubrir ese total de gastos familiares. Y la respuesta del Presidente, fue la misma, se molestó y no tomó el toro por los cuernos.

Los escándalos políticos son consustanciales a las democracias que tienen como pilares la transparencia y la rendición de cuentas –la información de Loret de Mola, nos dice, proviene de peticiones de información pública y el Presupuesto de Egresos de la Federación- y, donde los medios de comunicación independientes tienen una fuente de datos que les permite generar noticias, artículos, reportajes, pero, sobre todo, opinión que podría influir para bien en el diseño e instrumentación de las políticas públicas.

Y eso, tiene un gran valor, en un momento en que se ha vendido la idea de que las instituciones autónomas no sirven y hay que desparecerlas. Llama la atención especialmente el ataque en contra de la comisión del INAI que está incompleta y, justamente, es la que suministra información oficial valiosa para los periodistas. Entonces, está claro, de lo que se trata, cuando se pretenden dejar inoperante a una institución de la democracia comprometida con la rendición de cuentas y la transparencia.

Lo cierto es que aun en condiciones adversas, mientras sigamos siendo una democracia, y subrayo una democracia no una autocracia, el periodismo buscara siempre los medios para hacerse de información que sirva de contrapunto a la narrativa presidencial basta volver la vista hacia los estados donde un periodismo cercado por políticos y poderes fácticos no renuncia y hace su trabajo para aportar buena información.

En definitiva, el periodismo crítico en un sentido amplio está haciendo su tarea y algunas de ellas debiera también estar realizando la oposición partidaria para abonar a la rendición de cuentas y la transparencia en la función pública.

Ernesto Hernández Norzagaray

Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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