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Ministra Piña: ¡No te entrometas, Andrés Manuel!

“El discurso de la presidenta de la Corte fue veneno para las aspiraciones dictatoriales de López Obrador”. Foto: Presidencia, Cuartoscuro

+ Lección al autoritario

+ “No soy Zaldívar”

A López Obrador se le comienza a diluir el poder. El síndrome del final de sexenio se presenta cíclico e inevitable. El choque de poderes demuestra que no hay poder presidencial infalible dentro de una democracia, también se agota, y que los diques a las ambiciones dictatoriales de AMLO se erigen como resistencia a su autoritarismo. 

¿Por qué lo decimos?

Porque cuando López Obrador salió el domingo pasado del Teatro de la República en Querétaro tras la conmemoración del Aniversario de la Constitución, iba disminuido. Acotado. Acostumbrado a imponer sus mandatos dictatoriales, a las genuflexiones de sus colaboradores y gobernadores de la 4T, y a su profundo desprecio por el equilibrio de poderes, AMLO cargaba tres cosas en la espalda:

Primera: la nueva presidenta de la SCJN, Norma Piña, no era – ni de lejos-, el servil Arturo Zaldívar, quien desempeñó el papel más vergonzante en la historia de la Corte al volverse lacayo del Presidente. Piña no es Zaldívar.

Segunda: el brillante y contundente discurso de la presidenta de la Corte le augura derrotas legales a las locuras dictatoriales de AMLO. Sí, como ese antidemocrático y retrógrada Plan B electoral que permitiría -nada menos, entre otros retrocesos graves-, que el Gobierno volviera a controlar las elecciones. Piña mencionó en cinco ocasiones las palabras “independiente” o “independencia”, y dos veces la palabra “respeto”. Por algo lo hizo. 

Tercera: la postura de Santiago Creel, panista presidente de la Cámara de Diputados, quien le plantó cara a AMLO y a unos metros de distancia, frente a frente, le adelantó que la oposición irá a muerte en contra del nefando Plan B, cada vez más cuestionado y hoy en manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

¡No te entrometas, Andrés Manuel!, fue la advertencia que sin decirla así, pero sí insinuarla y dibujarla, quedó en el aire del Teatro de la República el domingo pasado por parte de la Ministra Presidenta de la SCJN.

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Chillan y patalean los voceros oficiales y oficiosos de AMLO porque Piña no se puso de pie cuando llegó AMLO al presídium. ¡Dios mío, vaya ofensa! ¡Jesús nos ampare! Hipócritas. Paleros.

El agravio fue al revés: AMLO ordenó que tanto Piña como Creel -quienes, ellos sí, por protocolo, deberían flanquear al Presidente-, fueron relegados al extremo del presídium, reflejando así el profundo desprecio que López Obrador tiene por los poderes Legislativo y Judicial. Quedarse en su asiento fue un mensaje sutil y valiente de la Ministra Piña: con esta señal marco mi territorio y reafirmo que se hará respetar la autonomía de la Corte y la división de poderes. Yo no soy Zaldívar.

El discurso de la presidenta de la Corte fue veneno para las aspiraciones dictatoriales de López Obrador. Bastó un párrafo para ponerlo en su lugar. (De antología, el rostro descompuesto de AMLO y de su corcholata Sheinbaum al escuchar las palabras de Piña):

“La dignidad se construye día a día, con respeto entre los individuos, entre los poderes… La independencia judicial es la principal garantía de imparcialidad del Poder Judicial. Una Judicatura independiente es pilar de nuestra democracia. La independencia judicial no es privilegio de los jueces. Es el principio que garantiza una adecuada impartición de justicia para hacer efectivas las libertades y la igualdad de las y los mexicanos”.

Léase: yo no soy Zaldívar.

En pocos minutos, la presidenta de la Corte no sólo le pintó raya a AMLO, sino que fue más allá: le adelantó que no se tolerarán más insultos y ataques sin pruebas a jueces y magistrados, como acostumbra hacerlo desde Palacio Nacional, y lo de fondo: se analizarán con lupa las controversias constitucionales presentadas en la SCJN en contra de las locuras presidenciales. Sí, como ese Plan B electoral de AMLO.

Fue Piña. Pero también Creel -a quien en Palacio Nacional ya ven como uno de los posibles candidatos a la Presidencia por parte de la alianza Va Por México-, quien cara a cara, le reprochó a López Obrador su cerrazón para llegar a un consenso sobre su antidemocrático Plan B:

“Rectifiquemos, aún estamos a tiempo. No tenemos por qué repetir los errores del pasado”.

Por todo eso no le gusta a López Obrador salir de Palacio Nacional a foros abiertos y plurales: porque en ellos, la realidad lo derrota, lo exhibe, lo muestra en toda su intolerancia. Allí se le acaba su discurso dictatorial. Y por eso le fascinan sus mañaneras: dentro de ellas, todo es “sí, señor Presidente, lo que usted diga y ordene”. 

Ese es el nivel presidencial. 

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En unos cuántos minutos, de un plumazo, sin recurrir a ofensas ni a insultos -las herramientas verbales favoritas de López Obrador-, los poderes Judicial y Legislativo le recordaron y le marcaron al Presidente lo que significa la división de poderes, la independencia y autonomía de cada uno de ellos. Aunque aborrezca esa división de poderes que frena sus ansias dictatoriales.

El freno al Presidente fue más que evidente.

Lo pusieron en su lugar.

Y fue una mujer.

TW @_martinmoreno

FB / Martín Moreno-Durán

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Martín Moreno-Durán

Periodista. Escritor. Conductor radiofónico. Autor de los libros: Por la mano del padre. Paulette, lo que no se dijo. Abuso del poder en México. Los demonios del sindicalismo mexicano. El Derrumbe Retrato de un México fallido. El Caso Wallace. 1/Julio/2018: Cambio Radical o Dictadura Perfecta, y de la novela Días de ira.

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