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¿Qué debe saber la política sobre el ChatGPT?

Por Adriana Amado*

ChatGPT, el nuevo programa de inteligencia artificial (IA), ha despertado alarmas que no se escucharon cuando similares tecnologías empezaron a aplicarse con provecho en campos como la traducción automática. Claramente, ChatGPT amenaza con producir textos más o menos elaborados. Eso tocó la sensibilidad de los periodistas, con más posibilidad de agendar sus temores que el gremio de los traductores.

La prensa disfruta en replicar columnas catastrofistas que le confirman sus miedos, como la de Yuval Harari en The New York Times (24/3/2023). Su sentencia es apocalíptica. «La inteligencia artificial podría devorar rápidamente toda la cultura humana, todo lo que hemos producido a lo largo de miles de años, digerirla y empezar a producir a borbotones una avalancha de nuevos artefactos culturales. No sólo ensayos escolares, sino también discursos políticos, manifiestos ideológicos e incluso libros sagrados para nuevos cultos», dijo.

Desde hace mucho, la posición de la prensa ante la tecnología se parece bastante a la de la política. Abraza los peores pronósticos incluso antes de tener claras evidencias.

En el mismo diario, pero con menos repercusión, Noam Chomsky junto con dos especialistas (8/2/2023), afirmaron exactamente lo contrario. Desde su sólido conocimiento en lenguaje generativo expresaron: «La mente humana no es, como ChatGPT y sus semejantes, un motor estadístico pesado para la coincidencia de patrones, atiborrándose de cientos de terabytes de datos y extrapolando la respuesta conversacional más probable o la respuesta más probable a una pregunta científica. Por el contrario, la mente humana es un sistema sorprendentemente eficiente e incluso elegante que opera con pequeñas cantidades de información».

Antes y después

Esa posibilidad creativa es la que la inteligencia artificial no emula. Que cierto sector del periodismo se sienta amenazado por ello habla más de la mecanicidad del trabajo que realiza que de las posibilidades reales de que, como vaticina Harari, la IA pudiera «hackear los cimientos de nuestra civilización».

El periodismo del cortar y pegar ya estaba muerto antes de la aparición del ChatGP, así como los exámenes monográficos en que insisten profesores decimonónicos. Igual de extinta estaba la política basada en la repetición de la misma receta de moda para todas las campañas.

De nuevo, dice el artículo de Chomsky, el aporte de cualquier actividad humana «no busca inferir correlaciones brutas entre puntos de datos, sino crear explicaciones». El artículo agrega una observación que parece describir la comunicación populista: «Mientras que los humanos están limitados en los tipos de explicaciones que podemos conjeturar racionalmente, los sistemas de aprendizaje automático pueden aprender tanto que la Tierra es plana como que la Tierra es redonda». Igual que el consultor político oportunista que, parafraseando a Groucho Marx, podría decir: «Estas son mis campañas; si no le gustan, tengo otras».

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