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Un mundo ¿sin el dólar? – La economía global lleva décadas dominada por los dólares. Pero algo se está moviendo

Economistas observan que los choques financieros de los últimos años están obligando a varios países a cambiar la arquitectura monetaria mundial, pues consideran que las sanciones sirvieron de advertencia a las naciones que dependen del sistema del dólar: si Rusia podía ser excluida, también puede serlo cualquier país

Por James Meadway

Ciudad de México, 3 de febrero (Open Democracy).– En las últimas semanas, dos noticias de escasa importancia, pero decisivas, son los primeros indicadores de que el orden económico mundial, centrado en la primacía del dólar, se está desmoronando lentamente, con la amenaza de un empeoramiento radical de la inestabilidad.

En primer lugar, el ministro de Finanzas de Arabia Saudí declaró que el reino del Golfo “no tiene inconveniente” en vender su petróleo en una moneda distinta del dólar. Arabia Saudí ya había hecho comentarios similares anteriormente, pero esta última sugerencia llega después de que el presidente chino, Xi Jinping, instara a los países del Golfo a utilizar el yuan para el comercio de petróleo y gas con China en la primera Cumbre China-Estados Árabes, organizada con gran pompa y ceremonia por el príncipe heredero saudí, Mohammed Bin Salman, en Riad el mes pasado.

Arabia Saudí es el mayor exportador de crudo del mundo y, hasta hace poco, uno de los pilares de la estrategia estadounidense en Oriente Medio. Significaría que el primer y segundo exportadores de petróleo del mundo -Saudí y Rusia- ya no comerciarían con ese petróleo únicamente en dólares.

En los últimos años, Arabia Saudí ha ido estrechando cada vez más sus lazos con China, el mayor importador de petróleo del mundo. En la cumbre de diciembre, ambas partes reiteraron su “firme apoyo” mutuo y firmaron una serie de acuerdos comerciales y tecnológicos. Entre ellos, un memorando de entendimiento con el gigante tecnológico chino Huawei para el suministro de infraestructuras de computación en nube y alta tecnología a las ciudades saudíes, desafiando las prohibiciones de Estados Unidos. Un nuevo petroyuan cimentaría esta ruptura en el sistema internacional.

Al otro lado del mundo, Brasil y Argentina anunciaron que también estudiarían la posibilidad de utilizar una nueva moneda para el comercio bilateral, esta vez una moneda totalmente nueva, que podría llamarse “sur”. Ya ha habido intentos de crear monedas conjuntas entre Brasil y Argentina, pero han fracasado por motivos políticos, con la fuerte oposición de los bancos centrales de ambos países.

En esta imagen de archivo, el entonces Presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, sonríe durante el acto de certificación de su victoria electoral en el Supremo Tribunal Federal, en Brasilia, Brasil, el 12 de diciembre de 2022.
En esta imagen de archivo, el entonces Presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, sonríe durante el acto de certificación de su victoria electoral en el Supremo Tribunal Federal, en Brasilia, Brasil, el 12 de diciembre de 2022. Foto: Eraldo Peres, archivo, AP

Ahora, con gobiernos de izquierdas e independientes en ambos países, hay una mayor voluntad de intentar establecer una nueva moneda, separada del sistema del dólar. Los primeros informes indican que se prevé que sea un instrumento exclusivo para el comercio exterior, utilizado para liquidar pagos en operaciones transfronterizas, y no algo que se pueda llevar a las tiendas. Ambos países son conscientes de las complicaciones que entraña, pero si se invita a otros países sudamericanos a unirse, con el tiempo podría empezar a funcionar como una alternativa al dólar.

Si juntamos estos dos elementos, se alimenta un patrón general en el que las principales economías están empezando a retirarse del sistema mundial dominado por el dólar. Desde el final de la Guerra Fría, todos hemos vivido en un mundo en el que la economía estadounidense, y con ella el dólar, tienen una importancia abrumadora.

El Presidente argentino, Alberto Fernández, habla con los medios de comunicación cuando se reúne con el Presidente francés, Emmanuel Macron, en el Palacio del Elíseo de París, el viernes 13 de mayo de 2022.
El Presidente argentino, Alberto Fernández, habla con los medios de comunicación cuando se reúne con el Presidente francés, Emmanuel Macron, en el Palacio del Elíseo de París, el viernes 13 de mayo de 2022. Foto: Michel Euler, AP

El sistema se ha tambaleado en ocasiones, quizá de forma más dramática en la crisis financiera mundial de 2008. Pero el historiador Adam Tooze, en su libro Crashed, sostiene que la crisis demostró el poder de Estados Unidos, que finalmente fue capaz de estabilizar el resto de la economía mundial mediante un sistema de swaplines (líneas de canje) de la Reserva Federal. Éstas ofrecían dólares muy baratos en caso de emergencia a países políticamente favorecidos como Gran Bretaña, concediéndoles un rescate de las instituciones financieras nacionales.

Esto dio a Estados Unidos un enorme peso: si puedes elegir rescatar a alguien, o no, tienes un inmenso poder sobre él, como sostiene Tooze. Incluso la amenaza de retirar la ayuda de emergencia puede darte poder. Pero fue esa demostración de poder la que contribuyó a sembrar las semillas del colapso constante del sistema, como estamos viendo hoy.

Precisamente porque Estados Unidos ha podido ejercer su poder monetario de una forma que se ajustaba a sus intereses más amplios –de modo que sólo sus aliados más cercanos tenían acceso a las líneas swap, pero todos los países podían verse en la necesidad de dólares, en caso de emergencia– ha creado incentivos para que otros países se retiren, en la medida de lo posible, del sistema monetario internacional centrado en el dólar.

Los gobiernos de Brasil y Argentina anunciarán la semana que viene los preparativos para lanzar un proyecto de moneda común que podría convertir a ambos países, las dos principales economías sudamericanas, en el segundo bloque monetario más grande del mundo. Foto: Mario Tama, Europa Press

FIN DEL RÉGIMEN DEL DÓLAR

Desde 2008, otras economías, encabezadas por China, han crecido más rápido que la estadounidense, y algunos aliados cercanos de EU, como Gran Bretaña, se han quedado rezagados. La COVID-19 también sacudió drásticamente todo el sistema, y todavía estamos viviendo con el virus y sus consecuencias en términos de salud, cadenas de suministro interrumpidas, y las cantidades muy sustanciales de deuda que los cierres generaron.

Cuando EU dominaba inequívocamente el mundo, como ocurrió en los años posteriores al final de la Guerra Fría, siendo simultáneamente la mayor economía, el líder tecnológico y la mayor potencia militar del planeta, no había mucho margen ni sentido para una retirada de este tipo. Pero a medida que el poder de Estados Unidos ha disminuido en esas diferentes dimensiones, los riesgos de una retirada del sistema también han disminuido para los países que la contemplan.

Por otra parte, los riesgos de permanecer dentro del sistema del dólar, especialmente si se está fuera del círculo encantado de estrechos aliados de Estados Unidos, también han aumentado drásticamente por la invasión rusa de Ucrania y la posterior imposición de sanciones a Rusia.

Cuando los tanques cruzaron la frontera hace casi un año, la reacción de Estados Unidos y sus aliados no se hizo esperar: El acceso sin trabas de Rusia al sistema de pagos en dólares fue bloqueado sin contemplaciones, al igual que ocurrió con Irán a principios de la década pasada.

Según Zoltán Poszar, responsable de estrategia global del banco suizo Crédit Suisse, esta repentina restricción fue una gran señal de advertencia para todos los demás países que dependen del sistema mundial de pagos en dólares. Si Rusia puede ser excluida por decisión del gobierno de EU, cualquier país puede serlo”.

Poszar cree que, además de la oportunidad de retirarse del sistema, creada por el declive relativo de EU en comparación con otras grandes potencias, la invasión rusa de Ucrania creó el incentivo para retirarse, a fin de evitar que un país se encontrara, en el futuro, expuesto a los caprichos de Washington.

Poszar cree que está surgiendo un nuevo sistema monetario internacional multipolar, al que ha denominado “Bretton Woods III”, en referencia a la idea de que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el mundo ha pasado por tres sistemas monetarios internacionales diferentes.

El primero se diseñó en la conferencia de Bretton Woods, celebrada en Estados Unidos en 1944, en la que las potencias aliadas intentaron sentar las bases del funcionamiento del sistema monetario internacional de posguerra. Este acuerdo creó el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que siguen entre nosotros, y un sistema de tipos de cambio fijos, vinculados al dólar (y luego al oro), que ya no lo está: el sistema se derrumbó a principios de la década de 1970, cuando EU se negó a seguir manteniendo el precio fijo del dólar en oro.

El segundo “Bretton Woods” apareció unos 20 años después, cuando el nuevo sistema financiero mundial se estabilizó tras el final de la Guerra Fría. Estados Unidos actuó como un enorme consumidor financiado por la deuda, explotando la demanda mundial del dólar en el comercio y como reserva para contraer enormes deudas con el resto del mundo. Otros países estaban encantados de prestar a Estados Unidos -tanto a su gobierno como a sus hogares y empresas- porque los estadounidenses, a su vez, estaban encantados de comprar a economías de rápido crecimiento como China. Este sistema parecía tan estable a principios de la década de 2000 que, incluso sin un acuerdo formal, algunos economistas lo etiquetaron como “Bretton Woods II”.

Poszar y algunos otros han argumentado que ahora, 15 años después de la crisis, el mundo está entrando en “Bretton Woods III”. Una vez más, se trata de una analogía: no hay ningún gran acuerdo internacional, ni ningún país tan poderoso que pueda imponerlo. En 1945, Estados Unidos representaba casi la mitad de la producción industrial mundial. En la actualidad, representa alrededor del 16 por ciento.

Al igual que su predecesor, el nuevo sistema está surgiendo de forma orgánica, como resultado de decisiones separadas e interesadas de actores poderosos. Pero a diferencia de Bretton Woods II, el dólar ya no va a ser dominante.

Está avanzando un patrón general en el que las principales economías están empezando a retirarse del sistema mundial dominado por el dólar. Foto: Diego Simón Sánchez, Cuartoscuro.

Poszar afirma que las conmociones de los últimos años, que culminaron con la invasión rusa de Ucrania, están obligando a cambiar la arquitectura monetaria mundial y estamos empezando a ver monedas alternativas que compiten con sus propias pretensiones de valor en el sistema.

Poszar sostiene que el renminbi chino va camino de convertirse en una moneda de este tipo, cuyo valor se determinará en función de su papel en el comercio de materias primas, de forma muy similar al primer régimen de Bretton Woods, que en última instancia dependía de la valoración del dólar en relación con el oro. El “petroyuan”, si algún día llega a materializarse, sería un claro ejemplo.

Se trata de una afirmación bastante atrevida: el dólar sigue representando alrededor del 50 por ciento del comercio mundial y, aunque el renminbi está subiendo, apenas se utiliza en el 2 por ciento de las transacciones mundiales.

Estados Unidos sigue siendo la mayor economía del mundo, tiene un enorme poder blando en todo el mundo –pensemos en Hollywood o en su industria musical– y es, con diferencia, el país que más gasta en armamento. Pero son los pequeños cambios los que pueden empezar a importar. En un sistema frágil y propenso a las crisis, los pequeños cambios en los márgenes pueden empezar a provocar grandes cambios en otros lugares.

Mientras tanto, India ha empezado a comerciar en rupias con Rusia y China. Los EAU han empezado a utilizar el dhiram. Poco a poco, los países van saliendo del sistema comercial y financiero del dólar. Es poco probable que se desvinculen por completo a menos que se vean obligados a ello: Estados Unidos sigue siendo una economía demasiado grande y poderosa para ello. Pero eso significaría que el mundo unipolar en el que hemos vivido desde el final de la Guerra Fría parece estar llegando a su fin.

Los cambios en el liderazgo económico mundial ya se han producido muchas veces. En su obra clásica, “El largo siglo XX”, el economista italiano Giovanni Arrighi sostiene que han seguido una secuencia geográfica a lo largo de los últimos 700 años aproximadamente, a medida que el capitalismo ascendía hasta convertirse en el sistema mundial dominante.

En cada fase de su crecimiento, surgió un nuevo “hegemón”, una economía lo bastante poderosa para actuar como estabilizador de todo el sistema. Así, Génova dio paso a Holanda en el siglo XVI, Holanda a Gran Bretaña en el XVIII y Gran Bretaña a Estados Unidos en el XX.

Pero cada transición, señaló Arrighi, es históricamente un periodo de enorme inestabilidad. Ahora vivimos en una época de guerra en Europa, de crecientes tensiones en todo el mundo y de un incesante cambio climático que trae consigo el agotamiento de los recursos y la extinción masiva. El futuro próximo es de gran incertidumbre e inestabilidad, a medida que se perfila el nuevo régimen monetario mundial.

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