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ACME o cómo ser un joven clásico

“La Bodega, que ya es el circuito acostumbrado, presenta obras que desconciertan, divierten, interesan”. Foto: Instagram @salonacme

Echando mezcales, aventando sueños, con ganas de fiesta y de bailar; con una idea clara de que la creación artística era algo que les importaba, “los archipiélagos”, así llamamos a estos jóvenes empresarios, fueron encontrando un camino que hoy lleva 10 años. Ese camino es el arte.

La sensación que irradian en la conferencia de prensa de este jueves es semejante a la de aquellos primeros días. Se nota cierto nerviosismo que más bien tiene que ver con el entusiasmo. A fin de cuentas, cada edición, esta es la décima, lleva a un camino nuevo, de riesgo, de aprendizaje. La diferencia es que, cada año, alguien más se entera de que ACME existe. Hoy, muchos se quedan afuera y todos quieren ser parte de esta ya no tan nueva forma de percibir al mundo del arte.

ACME inició en un pequeño taller en el segundo piso de un edificio donde estaban las oficinas del grupo Archipiélago. El referente que teníamos era, “está en la colonia San Miguel Chapultepec, justo enfrente de Kurimanzutto”. La historia sonaba cool: emprendedores que tienen muchas ganas y que “ya fueron a Davos y les fue re bien”. “¡Wow!” Después de pasar por el restaurante con unas pizzas deliciosas, buenas ensaladas y una copa de vino, el acceso intrincado al edificio medio en obra negra, medio cayéndose, eso sí, lleno de plantas, hacía de la experiencia una aventura.

Los espacios en nuestra ciudad han pretendido emular el inmaculado, frío y pretensioso “cubo blanco” de las grandes urbes y el tan de moda mercado del arte con boots, uno tras otro, a lo largo de enormes e impersonales pasillos de las ferias como MACO. En este sitio pasaba algo distinto, nos sentíamos como en aquellos espacios rescatados de la guerra en el viejo Berlín. Especie de centros vanguardistas del MITTE en construcciones desmanteladas a punto de ser derrumbadas pero utilizadas como cuevas de arte. Para la generación ochentera de México, nos recordó la atmósfera de Lic. Verdad.

Dentro de pequeñas habitaciones, el trabajo de artistas, muy jóvenes, colgaba de los muros pelones sin ninguna pretensión más que ser apreciado por el visitante. Lo segundo era que si una de las obras resultaba interesante había que suscribirse a la subasta. La idea era genial; si compras a jóvenes artistas impulsas sus carreras, apoyas al proyecto y adquieres una obra diferente a buen precio sin la carga de galeristas o intermediarios. Un objeto irreverente, divertido, en muchos casos con humor y con un nivel de consciencia social o política que no está nada mal.

El contraste con la propuesta de arte decorativo y de precios absurdos de las ferias, casas de subasta y galerías, hizo que ACME marcara la diferencia. De una forma intuitiva, abrió las puertas a una nueva sociedad de artistas que ni en sueños se podían acercar a las grandes corporaciones del medio. Aquí un estudiante de la ENAP o San Carlos, quizás recién egresado de SOMA o FONCA, e incluso un creador por vocación sin créditos, tenía la oportunidad de mostrar su trabajo y venderlo.

Nuestra cultura del rumor permitió que el evento pasara de boca en boca. De ser un espacio reducido y con algunos visitantes, se convirtió en el nuevo referente de la ciudad en la temporada MACO. “¿Cómo, no has ido a ACME? A mí me suena a la caricatura del correcaminos y el coyote”. “No, es un nuevo concepto super alternativo”. Conseguir una mesa para la pizza se volvió un tema complicado. Visitar la expo más. Entrar a la subasta una especie de requisito para quien se preciara de ser un verdadero coleccionista. Frescura, oportunidad y una nueva moda a la que nadie debía ser ajeno. Y la cosa no quedó ahí. Para el siguiente año la mudanza a General Prim no. 30, Col. Juárez, fue el verdadero acontecimiento. Esta vez sí que impresionaron. Un edificio antiguo de la era porfirista, a punto de ser demolido, con unas instalaciones fantásticas, intervenido por Kalach. Entrar a la nueva cede de ACME de verdad era una experiencia potente. La increíble vibra, el ensayo y el error con el que se montó, se convirtieron en un círculo virtuoso. Siempre con ánimo y una carga de insolencia necesaria delante del ARTE con mayúsculas, ¿quién podría resistirse a la mirada de un joven que no deja de trasgredir para imponer sus formas?

Sin duda, nos encontrábamos en un espacio alternativo. El problema de este concepto es que una vez que un espacio se posiciona, por obvias razones se convierte en una institución. Deja de ser espontáneo y fresco para volverse el nuevo referente. En México, entre este éxito y la caída, hay una línea delgada. En ella transitan los que deben estar, los que se enteraron y los que pretenden ser como los dos anteriores. El peligro de fracasar es enorme. Los competidores, las nuevas ferias, los que presagiaron el fracaso, están esperando a ver si el año que viene ACME aguanta la presión de estar en el candelero.

Pero increíble, cada año más agentes del arte, un río de curiosos, un montón de reventados que nada que ver con el arte, todos quieren estar dentro. ACME sigue evolucionando y conservando sus sueños. Un comité que cada vez es más sólido y curadores que quieren dejar su impronta. Dentro de los proyectos invitados la inclusión de galerías mexicanas y extranjeras, otros espacios independientes y programas de residencias. De aquella convocatoria inicial de doscientos artistas, este año han recibido más de dos mil, no solo de México, vienen de todas partes del mundo. En esta edición la exposición de 76 artistas elegidos. Como invitado, cada año es un estado de la república, ahora toca a la ciudad México, con un salón curado por Fabiola Iza que seleccionó a mujeres jóvenes, sensibles, con una mirada crítica a nuestra ciudad, con un empeño que asombra y que marca con claridad que el arte no tiene límites de género.

La Bodega, que ya es el circuito acostumbrado, presenta obras que desconciertan, divierten, interesan. Muchas de ellas atrapan. En el patio escultórico Voz Cascada, pieza de Mariana Scalfati muestra el lenguaje desdoblado, flotando con tensores de acero, impresionante. Una pequeña feria de libro que contrasta ediciones antiguas con editoriales jóvenes, llena de títulos interesantes. Entrando de nuevo a la vanguardia con las disciplinas del cuerpo, habrá varios performances a lo largo del día. El premio de este año es una residencia en Lisboa. Y como siempre, la posibilidad de acercarse a galeristas y artistas, conversar con ellos, sentir que esa desagradable brecha entre mercado de arte y espectador no es como la imaginamos; al contrario, se puede vivir de una forma casual y amable.

Diez años después, el equipo crece, el sitio se organiza, pero el ímpetu de aquellos jóvenes que entendieron que el arte puede escribirse sin mayúsculas, sin rígidos principios, sin estructuras de poder institucional y con el ánimo de pasarla bien, bailar, tomarse un mezcal y de paso gozar profundamente lo que cada joven artista nos ofrece, sigue siendo el espíritu de ACME, convertida ya en un joven clásico.

@Suscrowley

Susan Crowley

Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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