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El abanico de la pronunciación

“El país de la luz”. Pintura: Tomás Calvillo Unna

I

Cómo se escribe

la palabra universo,

dónde inicia,

qué letras descifran su presencia;

cómo se pronuncia,

cuantas vocales y consonantes

se entrelazan:

¿qué quiere decir?

Cuál es el sentido que se advierte

al leerla y escucharla:

sustantivo, verbo, adjetivo.

Qué funciones y significados expresa,

cuantos pronombres lleva.

Sus dimensiones,

es posible advertirlas,

pasado, presente, futuro,

qué tiempo le corresponde mejor.

Cómo redactar su historia

con palabras y números;

¿acaso la Cábala vislumbrando

en la intuición de cada amanecer?

II

Dentro de uno

el vínculo de la percepción,

es el lugar:

este cuerpo de la vida

al que pertenecemos;

la bondad intrínseca,

su grandeza contenida

en la propia respiración,

en la crucial renunciación,

que permite contemplar

la vastedad

que la ventana enmarca,

más allá de las montañas

y sus pormenores:

es un poema trágico

y una oda a la divinidad,

un bucle en las costillas del océano,

las olas incansables

en su escritura de sal,

los apuntes del sol,

la espiral de las aves

en el aplauso del viento.

El mástil invisible

que sostiene

las nocturnas velas;

esas nubes,

estampados relatos del velo

de una luna impecable,

tierna y seductora

que se convierte,

de la noche a la mañana

en la frialdad pura,

aún con sus caricias

capturadas

en el vaho de los vidrios;

relatos de tormentas

que advierten la vecindad

inseparable del peligro;

el esmeril del carácter

y la destreza que definen

el destino.

III

El poder del universo

es desdoblarse:

la mentira rasga la luz

en su caída libre;

la verdad es tierra firme

en la oscuridad.

La mesa cuadrada, rectangular,

redonda,

recuerda

que siempre compartimos

la foto inverosímil

de nuestra identidad desaparecida.

El universo

tumba y cuna

de la vida

y su locura:

el sol

la blanca quemadura

que preside el arcoíris,

un incendio de incontables siglos;

trescientos mil millones de estrellas,

dioses y sacrificios

y el misterio inaudito

que la escritura indaga;

signos donde la vibración perdura,

las cuerdas que respiran sus latidos

en la espiral de la galaxia.

El arco y la flecha,

su vuelo inalcanzable;

el sino,

esa sombra que nos precede;

la compasión del agua

y su oculto fuego,

en la vía láctea

de nuestra conciencia y sentidos.

El universo,

sin su pronunciación,

la historia es la narración

de una frustrada travesía.

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