Esta investigación expone la violencia basada en género ocurrida en Tibú, un municipio colombiano ubicado en la frontera con Venezuela y que sirve como corredor de narcotráfico para varios grupos armados ilegales. En 2021, al menos 13 mujeres fueron asesinadas y decenas más tuvieron que huir del municipio en medio de una de las peores olas de violencia que se ha visto en la zona.
Por Laura Ávila y Alicia Flórez
Colombia, 25 de diciembre (InSight Crime).- En el momento en que Alexandra* se subió a su moto y se ajustó el casco supo que no había marcha atrás. Eran las cinco de la mañana y todavía estaba oscuro. Se giró rápidamente para ver a su acompañante, Catalina*, una niña de 14 años.
Catalina usualmente se vestía con ropa ajustada y dejaba su cabello largo suelto, pero esa madrugada tenía puesta una camisa de hombre que le quedaba muy grande, una gorra que le ocultaba el pelo y un tapabocas que le cubría la mitad del rostro; para sus familiares y amigos habría estado irreconocible.
Alexandra llevaba una chaqueta para protegerse del frio y usó el casco de la moto para recoger su cabello y esconderlo. Catalina la agarraba firmemente de su cintura, en parte por los nervios que sentía y en parte para no caerse de la moto.
Alexandra encendió la moto y juntas salieron del casco urbano de Tibú hacia la vía que comunica con Cúcuta, la capital del departamento de Norte de Santander.
Era agosto de 2021 y Catalina estaba huyendo porque unas horas atrás hombres armados habían llegado a su casa para asesinarla. Ella no era la única. Meses antes, 11 mujeres habían sido asesinadas en una ola de violencia sin precedentes en Tibú. Para final de año, ese número llegaría a 13. Además, al menos 35 mujeres más habían sido amenazadas por distintos medios y muchas de ellas habían huido del municipio con sus familiares, según pudo rastrear InSight Crime.
Las amenazas comenzaron a circular a través de unos videos donde se les insultaba y agredía por tener relaciones sentimentales con miembros de la Fuerza Pública. Luego, circuló una lista con nombres de mujeres que se creía eran las informantes de las autoridades. Y por último los asesinatos.
Catalina había recibido una amenaza.
La noche anterior, hombres armados irrumpieron en su casa y les dijeron a sus padres que la estaban buscando porque, supuestamente, ella había tenido una relación sentimental con un miembro de las disidencias de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); pero ahora ella tenía otra pareja. En la lógica de ese grupo, esto no estaba permitido.
Catalina no estaba en su casa y los hombres se marcharon. Inmediatamente después, su mamá tomó el celular y llamó a Alexandra, quien pertenecía a un grupo de mujeres defensoras de derechos humanos, y estaba ayudando a las víctimas de amenazas a salir del municipio. Para esa época ya había recibido decenas de llamadas parecidas.
La mamá de Catalina le contó en medio del llanto la situación de su hija. Le preguntó si la podían ayudar.
— ¿Confía en mí? — le preguntó Alexandra a la mamá.
— Sí — dijo la mamá.
— Déjeme la muchacha yo miro cómo la saco— le dijo Alexandra.
Unas horas después Alexandra y Catalina estaban montadas en una moto, con ropa de hombre prestada y sus cabellos escondidos, avanzando por la carretera en medio de la oscuridad. A Alexandra le temblaban las manos, pero mientras agarraba el manubrio con fuerza lanzó una plegaria al cielo para que nadie se le atravesara en el camino; ella estaba decidida a no detenerse. Su meta era clara: sacar a Catalina de Tibú.
UNA OLA DE VIOLENCIA
Tibú es uno de esos municipios colombianos donde el conflicto armado no tiene fin. Aunque el gobierno nacional firmó un Acuerdo de Paz con las FARC en 2016, grupos armados siguen en disputa por el control del territorio. Con poca presencia estatal y ubicado en la frontera con Venezuela, en Tibú operan el Frente 33, una de las múltiples disidencias de las FARC que operan en el país. Además, hace presencia el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el último grupo guerrillero insurgente y otros grupos criminales.
La presión e influencia que ejercen estos grupos son tan altas que la policía pasa la mayor parte del tiempo recluida en la estación debido a los constantes ataques en su contra que se intensificaron desde inicios del 2021. Ráfagas de fúsil, petardos y explosivos impactaron la estación. Incluso, el secretario de gobierno del municipio, Leonardo Rodríguez, le aseguró a InSight Crime que, solo hasta octubre de 2021, la policía se había animado a salir de la estación para recorrer el casco urbano y patrullar.
Pero mientras la Fuerza Pública tiene la dificultad de garantizarle seguridad a los habitantes del municipio, otros actores armados los han reemplazado y han pretendido cumplir con el papel de autoridad en las calles. Por ejemplo, desde finales de 2021 y en lo corrido del 2022, la disidencia del Frente 33 patrulla, imparte justicia e impone reglas en Tibú.
Vestidos con traje militar, con sus rostros cubiertos y portando brazaletes que los identifican, las disidencias han entrado a bares y billares para requisar a los clientes y verificar que no haya alteraciones de orden público en los locales. En otras oportunidades han aparecido en las vías principales para dirigir el flujo vehicular y para detener los automóviles que transitan.
Incluso, estos hombres se han atrevido a enviarle mensajes a la comunidad desde la sede de la Alcaldía de Tibú, lo que ha encendido las alarmas entre los funcionarios públicos.
“Vemos con preocupación cómo ellos [la disidencia] asumen el papel de la Policía y las repercusiones sobre nuestro municipio que ha sido uno de los más golpeados por la violencia”, aseguró Néstor Leal, el alcalde del municipio, después de que surgieran los videos de la disidencia justo frente a la Alcaldía, a periodistas de Caracol Radio.
Lo que ha atraído a los grupos al territorio es el narcotráfico. Tibú es parte del departamento de Norte de Santander, ubicado en la frontera con Venezuela, y es reconocido como la puerta de entrada a una subregión en Colombia que se llama Catatumbo.
El Catatumbo, que abarca 11 municipios de Norte Santander, es uno de los epicentros más importantes para la producción y exportación de cocaína. Solo en Tibú hay casi 22 mil hectáreas de coca, la mayor cantidad cultivos en Colombia, según el último censo realizado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Y en esta región también se procesa el clorhidrato de cocaína y finalmente confluyen rutas de salida de la droga, aprovechando su cercanía con Venezuela.
Muchas familias subsisten de sembrar y cosechar coca, raspar las hojas, producir pasta base, e incluso trabajar en los laboratorios de clorhidrato de cocaína. A veces es la única alternativa económica y en otras ocasiones es la única forma de resguardar su vida de los grupos armados.
Los pobladores sufren confinamientos, desplazamientos masivos, asaltos, masacres, y asesinatos selectivos. Desde la firma del acuerdo de paz en 2016, en el departamento de Norte de Santander se contabilizaron alrededor de 329 mil personas afectadas por hechos de violencia armada según el monitoreo humanitario de las Naciones Unidas. En Tibú, en este mismo periodo, se han presentado más de 470 hechos violentos que han dejado aproximadamente 99 mil víctimas convirtiéndose en parte de la cotidianidad de sus habitantes.
Pero una de las violencias más invisibilizadas ha sido la violencia contra las mujeres, quienes han sufrido de forma diferenciada señalamientos, amenazas, violencia sexual, desplazamiento y asesinatos. Y uno de los episodios donde la violencia contra las mujeres ha sido más evidente fue la ola de asesinatos que comenzó en abril de 2021.
La primera mujer asesinada fue Nelly Avendaño, cuyo cuerpo fue encontrado en plena vía pública el 5 de abril. Después de ese caso, otras dos mujeres fueron asesinadas. No fue posible para las autoridades identificarlas, probablemente porque, según la información obtenida por organizaciones locales las dos víctimas eran migrantes y se llevaron los cuerpos al otro lado de la frontera para enterrarlos.
Para el 14 de abril, el cuerpo de una mujer fue encontrado en medio de una plantación de palma en Campo Dos, un corregimiento de Tibú. La víctima fue degollada.
La quinta muerte fue la de Geraldine Poveda, una mujer joven de 23 años, proveniente de Venezuela, que fue asesinada en el casco urbano del municipio, y quien supuestamente aparecía en los videos misóginos que estaban circulando en las redes sociales. Según habitantes de Tibú, Poveda tenía una relación sentimental con un soldado.
El 24 de abril, otro cuerpo fue encontrado por las autoridades en Campo Dos, en este caso tampoco fue posible identificar a la víctima.
Y el 28 de abril, familiares de Ana Julia Calderón la encontraron con varios impactos de bala en su apartamento, en la zona urbana de Tibú. Calderón también aparecía en los videos que circulaban en las redes.
Al finalizar el mes de abril, siete mujeres habían sido asesinadas en Tibú.
*Los nombres de las protagonistas fueron cambiados para proteger su identidad.
ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE INSIGHT CRIME. VER ORIGINAL AQUÍ. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.