Visiblemente furiosa, rodeada de cámaras de prensa, la Alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, arenga ante los trabajadores de la Alcaldía: “No vamos a parar el trabajo, muchachos. No vamos a parar el trabajo. Si esas oficinas se las quieren comer, que se las coman. Porque yo me voy a comer la Ciudad de México. Así que nos vamos a trabajar y ya saben que a nosotros no nos tiembla nada, ni nos da miedo nadie. ¿Quién nos da miedo?” -pregunta. “¡Nadie!” le contesta su grupo. “¿A qué venimos?” continúa su soflama “¡A trabajar!” le responden. “¿A quién le vamos a partir su madre?” pregunta envalentonada “¡A Claudia Sheinbaum!” contesta el coro.
La escena ocurrió la noche del jueves 26 de enero, cuando el contralor capitalino, Juan José Serrano, se presentó en la oficina de Desarrollo y Bienestar de la Alcaldía Cuauhtémoc. Ahí encontró 13 paquetes con miles de panfletos de propaganda contra Claudia Sheinbaum y unas mantas en el mismo sentido. Los volantes muestran consignas alarmistas y derogatorias contra la Jefa de Gobierno. El contralor, según relata, acudió a las oficinas guiado por una denuncia anónima y dio vista a la Fiscalía de lo que consideró que podría ser la prueba de un delito, probablemente -aduce con cautela- de desvío de recursos públicos.
La explicación de la fuerte presencia policial que rodeó la Alcaldía esa noche es que se solicitaron refuerzos para proteger la integridad del contralor y para que no se llevaran la evidencia. Sandra Cuevas reclama que la privaron de su libertad y que allanaron sus oficinas sin una orden judicial. Y es entonces, según los videos, cuando profiere su arenga.
Con apenas un año y tres meses en el cargo, en el que se inauguró recorriendo una alfombra roja y se dio la bienvenida con una suntuosa fiesta, Sandra Cuevas se ha procurado atención de maneras poco ortodoxas. En marzo de 2022, en un evento público, arrojó desde el balcón unas cincuenta pelotas rojas que tenían adherido un billete de 500 pesos. También ese mes, la funcionaria agredió a tres elementos de la Policía Auxiliar de la Ciudad de México y fue suspendida de su cargo acusada de robo, abuso de autoridad y discriminación. Una de las medidas reparatorias que se le impusieron fue que pidiera disculpas a los policías, mismo que hizo diciendo: “me disculpo pero no reconozco los hechos”.
Apenas a unas semanas de su toma de posesión, se la vio aparecer en una Suburban blindada con placas de Morelos (lo cual le permite evadir el pago de tenencia en la ciudad donde gobierna) y que además llevaba las letras alteradas con cinta negra, lo cual es un delito. En octubre de 2022 anunció su Primer Informe de Gobierno con una manta gigante que cubría 16 de los 20 pisos del edificio Chamizal en Tlatelolco. El Instituto de Verificación Administrativa suspendió la manta por violar la Ley general de publicidad exterior. Respecto a los volantes y las mantas que encontró el jueves el contralor, Cuevas ha oscilado entre decir que no sabe cómo llegaron ahí y aceptar abiertamente que son parte del material que se reparte diariamente en la Alcaldía.
Las faltas de Cuevas han sido tantas y tan evidentes que pareciera que las comete a propósito, en busca de los reflectores que le atrae el hecho de que una funcionaria de su nivel de Gobierno sea sancionada. Y aquí, el Gobierno central de la Ciudad de México está entre la espada y la pared: si no la sanciona se le ve como negligente, si la sanciona, se le acusa de perseguidor. Cada falta de Cuevas termina siendo una batalla en la que, pase lo que pase, mediáticamente ella algo sale ganando.
Además de su comportamiento, digamos, “temerario” ante la ley, también es conocido su modo autoritario, del que abundan los ejemplos. Desde aquel video en el que ordena que los trabajadores de la Alcaldía deben “marchar” en un evento oficial, como si fueran un cuerpo armado, hasta la decisión ampliamente criticada de borrar los rótulos multicolores de los puestos callejeros de comida y sustituirlos por los logos grises de la Alcaldía, en un afán de proyectar, según sus palabras “orden y disciplina”.
La bravuconería de Cuevas ha escalado. Ahora se dirige a la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y le dice que “se defienda sola” -con lo cual, implícitamente, acepta que la está sometiendo a un ataque deliberado. Una reportera del noticiero de Ciro Gómez Leyva le hace una pregunta a modo: -“¿Qué le dirías a Claudia Sheinbaum de mujer a mujer y qué le dirías a la Jefa de Gobierno, de política a política?” –“De mujer a mujer le diría” -responde Cuevas- “defiéndete sola, como yo lo hago, no busques a papá Presidente, no le pidas ayuda a tus granaderos, no le pidas ayuda a la fiscalía, no le pidas ayuda al contralor, no le pidas ayuda al congreso de la Ciudad de México, defiéndete sola como yo lo hago. Uno a uno”.
Cuevas admite con estas palabras, en primer lugar, que su blanco principal es la Jefa de Gobierno, por ninguna otra buena razón que descarrilar su carrera política: “Una figura presidenciable (hace comillas con las manos) peleándose con una Alcaldesa. Persiguiendo constantemente a una Alcaldesa. Yo gano. Y me divierto. Y ella, pues está enganchada”. Yen segundo lugar, que su batalla está fuera de los cauces institucionales: “uno a uno” como si de vernos afuera de la secundaria se tratara.
Desconcertados por la conducta sistemáticamente violenta y estridente de la Alcaldesa, algunos comentaristas opinan que la funcionaria tiene un problema, largamente documentado, de manejo de la ira. Hay quienes incluso hablan de un problema “psiquiátrico”. Con todo respeto, difiero de esas opiniones. Primero, porque hay una tentación inconsciente de explicar las conductas de las mujeres que se salen de la norma como problemas psicológicos o de carácter (la famosa “histeria”, que sólo aqueja a las mujeres). Y el riesgo de estas explicaciones es que, aunque no sea esa la intención de quien las usa, tengan un trasfondo misógino.
Segundo, porque aunque aceptáramos que hay peculiaridades en su carácter, la explicación individual, psicologista de su comportamiento obvia un punto central: la Alcaldesa no actúa sola ni por su mero albedrío. Ella es parte de la construcción de un personaje que le es útil a la oposición, que busca por ahora, desesperadamente dos cosas: una candidata con posibilidades de ganar la Jefatura de Gobierno de la CdMx en 2024 y que, de paso, se involucre en un pleito “al tú por tú” con quien actualmente ocupa ese encargo, para evitar que llegue a la candidatura presidencial. En su perfil de twitter, Cuevas lo dice claro: “No me voy a reelegir”. Desde luego que no, porque sus aspiraciones para la siguiente elección son mucho mayores que repetir en la Alcaldía.
La oposición sabe que para ganar en la Ciudad de México necesita un perfil lo suficientemente cercano a las bases populares como para robarle votos al obradorismo, pero que al mismo tiempo represente los valores aspiracionistas y meritocráticos de las clases medias. Sandra Cuevas es un personaje que ni mandado a hacer: personifica el estereotipo de mujer entrona, bravucona o “valiente”, que, a decir de sus propias palabras “se hizo sola” y “viene de abajo”, y que al mismo tiempo se muestra altanera y despectiva con sus adversarios políticos, en los que incluye al Presidente de la República, porque, en sus palabras, son “gente sin estudios”, es decir, “nadie”, mientras que ella puede presumir de ser doctorante y haber estudiado en diez países.
A la defensa de Sandra Cuevas han salido los alcaldes Santiago Taboada y Lía Limón, además de figuras opositoras como Vicente Fox y Lilly Téllez. Los periodistas Fer Coca y Ciro Gómez promueven la idea de que no se ve ningún delito en el hecho de resguardar unos volantes en las instalaciones de la Alcaldía. Ciro Gómez la llama “combativa”, aludiendo a su conducta, que otros llamaríamos francamente pendenciera.
La conducta de Sandra Cuevas no es una anomalía -cual sería si se tratara de una simple “locura” o “falta de control”. Su desprecio a la institucionalidad es la expresión de la nueva norma en la política de derecha: la del personaje que no le teme a nadie y que es capaz de confrontarse con todos, avalado por la supuesta legitimidad que le da identificarse con “los de abajo”, como ellos mismos los llaman. Es una conducta cuidadosamente pensada y deliberada. Atribuirla a los complejos de clase o al desequilibrio mental es no entender la construcción social y mediática del tipo de perfiles que promueve la oposición y que encarnan sus valores.
Violeta Vázquez-Rojas Maldonado
Doctora en lingüística por la Universidad de Nueva York y profesora-investigadora en El Colegio de México. Se especializa en el estudio del significado en lenguas naturales como el español y el purépecha. Además de su investigación académica, ha publicado en diversos medios textos de divulgación y de opinión sobre lenguaje, ideología y política.