Lo único más contundente que el veredicto que el 21 de febrero declaró a Genaro García Luna culpable de cuatro delitos de narcotráfico y uno de declaración falsa fue la determinación con la que los comentaristas de los grandes medios decidieron minimizarlo.
No ha pasado ni una semana de uno de los sucesos más importantes de este sexenio y ya otras noticias tapizan las primeras planas: el plagio de la (otra) tesis de Yasmín Esquivel, la oportuna absolución de Rosario Robles o la enésima muerte de la democracia perpetrada por López Obrador, según arengaron los manifestantes de este domingo. Aunque el “día soleado” después del veredicto se tardó unas treinta y seis horas en llegar, llegó finalmente, a golpe de columnas y silencios, de modo que ayer los opositores al proyecto gobernante lograron salir a la calle, sin tener que enfrentar las consecuencias de que apenas unos días antes uno de los hombres más fuertes de los gobiernos encabezados por uno de sus partidos convocantes fuera declarado narco.
Vale la pena registrar, para la Historia Nacional de la Infamia -ese libro aún inexistente para el que Borges nos regaló ya el título-, las reacciones de los columnistas del día siguiente al veredicto, para entender cómo se fue tejiendo esta manta de desmemoria.
La sincronización de opiniones esta vez tuvo tres líneas de base: por un lado, insistir en que a García Luna se le juzgó sin pruebas suficientes. Por otro, sembrar la idea que quien había sido juzgado en Brooklyn no había sido un funcionario específico, sino todo el Estado Mexicano. La reputación del país -no la de los gobiernos del PAN- fue la que salió afectada, según esta línea. Una tercera línea, menos efectiva, consistió en advertir, con miras a desactivar, la narrativa del Presidente, que capitalizaría -como, en efecto, no podía dejar de hacerlo- la culpabilidad declarada de García Luna para reafirmar que siempre estuvo en lo correcto respecto a la naturaleza corrupta de los gobiernos de sus predecesores.
En su columna de El Universal, Carlos Loret de Mola minimiza el resultado del juicio advirtiendo el uso que le dará el Presidente: “Es previsible que AMLO trate de “garcialunizar” la política mexicana: desde la marcha del domingo hasta la sucesión presidencial, tratará de convencer al público de que todo aquel que lo critique o se le oponga es cómplice del condenado en Brooklyn”.
Sin embargo, quien unió estos eslabones, al parecer, no fue sólo el Presidente. Este domingo circularon escenas donde algunos manifestantes que iban llegando al zócalo arrancaban furibundos unos carteles que mostraban la cara de García Luna y la leyenda “culpable”. Al parecer, sí les molesta el veredicto y las implicaciones que pueda tener para una posible reconfiguración de la oposición.
En Excélsior, Jorge Fernández Meléndez directamente asume la falacia de que el enjuiciado en Estados Unidos no es meramente el exsecretario. Como si la responsabilidad de García Luna todavía estuviera en discusión, el columnista advierte: “Más allá de la responsabilidad o no de García Luna, el juicio de Brooklyn, lo hemos dicho desde hace años, es un capítulo más del maxiproceso que se intenta realizar contra el Estado Mexicano”.
En su columna de Reforma, Sergio Sarmiento recupera la línea discursiva -ya a estas alturas muy gastada- de la falta de pruebas contra el acusado: “La fiscal responsable del caso (…) no presentó una sola prueba material. Toda la acusación se fundamentó en declaraciones de criminales, a quienes se ofrecieron beneficios judiciales a cambio de sus testimonios”.
Para bajarles los humos celebratorios a los simpatizantes del obradorismo, el comentarista comparte su peculiar lectura de los hechos, según la cual quien fue enjuiciado “ante el público estadounidense” fue el mismísimo López Obrador: “Los lopezobradoristas han festejado el veredicto porque el mismo Presidente ha señalado que el caso comprueba la corrupción del pasado que, según él, ya ha desaparecido. No se dan cuenta de que, a ojos del público estadounidense, el culpable no es solo García Luna, sino todo el Estado Mexicano. Y López Obrador es la cabeza del Estado”.
López Dóriga, en Milenio, cierra de este modo el recuento de cómo fue anunciado el veredicto: “Así se cerró el proceso penal al más alto funcionario de un Gobierno mexicano en una Corte de Estados Unidos donde, además de él, se juzgó al sistema de justicia mexicano, a sus gobiernos y al país, todo”.
El más notorio de los adalides defensores de García Luna y Calderón es, sin duda, Raymundo Riva Palacio. No olvidemos que su nombre salió implicado en el juicio cuando el ex-secretario de Finanzas de Coahuila, Héctor Villareal, testificó sobre los sobornos que García Luna, a través del Gobierno de Humberto Moreira, realizaba al periódico El Universal en los años en los que Riva Palacio fue director. No extraña, por lo tanto, que ahora éste sea uno de los más tenaces defensores de los argumentos que exculpan a García Luna, y uno de los artífices de la línea narrativa de que el juicio contra el hombre fuerte de Felipe Calderón es en realidad “El juicio contra México”, como se titula una de sus columnas.
Después de martes 21, Riva Palacio reitera: “No se necesitaba conocer el veredicto contra García Luna para entender que, ante los ojos de los estadounidenses -particularmente en Washington y en especial en el Capitolio-, la colusión entre autoridades y cárteles de la droga hace de México, hoy, una nación infiltrada y controlada por criminales. En escasas dos semanas la fiscalía y los testigos que le proporcionó la DEA construyeron esa idea sobre México, les guste o no a quienes consideraron que en el banquillo de los acusados en Brooklyn sólo estuvo el exsecretario”.
Para cerrar nuestro recuento con una nota caricaturesca, no dejemos de lado el cartón de Francisco Calderón: un hacha de cuyo mango cuelga la bandera de Estados Unidos y cuyo cabezal ausente, que dice “pruebas”, logró cercenar la cabeza de un García Luna con expresión de víctima.
La opinión pública, como sabemos, se forja en gran parte desde los medios de comunicación. Los modelos de propaganda han explicado desde hace años que la función de los noticieros y los diarios no es tanto dar información como encauzar la percepción general de los asuntos públicos, poniendo énfasis en unas cosas, distorsionando otras e ignorando otras más.
Pero esta labor, incluso entre los grandes medios, está jerarquizada. La editorialización de los medios audiovisuales es efectiva por el amplio alcance que tienen, pero el efecto de las columnas escritas en diarios y revistas es insustituible, a pesar de que las lea menos gente, porque cuentan con el prestigio que esta sociedad otorga a la palabra escrita. Por eso las columnas en la prensa seguirán existiendo a pesar de que se considere inminente la obsolescencia de los diarios: la verdad es que el efecto de autoridad de la opinión escrita no lo heredarán los canales audiovisuales.
A la opinión sincronizada de estas voces autopercibidas de prestigio se contrapone, sin embargo, la opinión mayoritaria. En lugar de pensar que el veredicto de García Luna es un episodio olvidable de nuestra historia política, o de adherirse al lamento de “qué pena con los vecinos” que arengan quienes creen que lo que se perdió en este juicio fue “la reputación de México” (cabría preguntarse: ¿de cuál México o de cuál parte de México y ante quién?), el 84 por ciento de los mexicanos opina que Felipe Calderón también debería ser investigado por vínculos por el narcotráfico. La simpatía partidista no lo salva: si bien el 91 por ciento de quienes se identificaron con Morena para esta encuesta cree en la necesidad de investigar a Calderón, el 77 por ciento de los apartidistas, el 85 por ciento de los priistas y el 74 por ciento de los panistas concuerdan con ellos. Todos estos datos pueden ser consultados en la encuesta de Enkoll publicada en El País el 13 de febrero de 2023, antes incluso del veredicto.
Aunque las columnas y los noticieros nos quieran presentar el juicio de García Luna como un recuerdo remoto de agua pasada, no debemos dar vuelta a esa página. Especialmente no después de que multitudes en distintas ciudades, con la excusa de oponerse a una reforma electoral que desconocen en lo sustancial, claman por el regreso de los regímenes de corrupción y privilegios que luchamos por dejar en el pasado.
Violeta Vázquez-Rojas Maldonado
Doctora en lingüística por la Universidad de Nueva York y profesora-investigadora en El Colegio de México. Se especializa en el estudio del significado en lenguas naturales como el español y el purépecha. Además de su investigación académica, ha publicado en diversos medios textos de divulgación y de opinión sobre lenguaje, ideología y política.