Escribo estas notas en medio de los rumores que giran alrededor de la salud del Presidente y la versión oficial de que todo es un nuevo contagio de COVID-19. Que el Presidente López Obrador pronto estará de nuevo en circulación presidiendo sus conferencias “mañaneras”. ¿Cuál de las dos versiones es la buena?, es la pregunta que muchos mexicanos se hacen para finalmente quedarse en el limbo de la duda. Tan sencillo como que aparezca el Presidente en un video y los rumores que ya son parte de la conversación pública se diluyen y se van a otro tema.
Pero no, el Presidente no sale a escena, saldrá, nos dicen, cuando tenga que salir en unos “dos, tres días”. Ya veremos. Por lo pronto nos queda como materia de reflexión la fe de los más creyentes y el hoyo de nuestra desconfianza crónica que la llenamos con rumores de cualquier calibre. ¿Cómo conciliar esos dos mundos que se pasean libremente por la vida pública?
Algunos dirán desparpajadamente que los que no creen es “porque no quieren al Presidente” y otros con cierta racionalidad que el problema radica en la polarización en la que estamos inmersos y otros que es producto de un modelo de comunicación gubernamental anacrónico. Centrado en una razón de Estado que gravita en un personaje omnipotente y omnicomprensivo. Nada que ver con una comunicación gubernamental profesional donde basta en boletín oficial donde se da un parte médico antes que una declaración política.
Acaso ¿no hemos visto que han sido varias voces las que han informado sobre el estado de salud del Presidente? Hay varios voceros, es decir, no hay un vocero oficial. Está el responsable de Comunicación Social de la Presidencia de la República, el Secretario de Salud, el Secretario de Gobernación, la esposa y todos dan su versión de los hechos, aunque es la misma narrativa. Está en recuperación y dentro de “dos, tres días” volverá a la escena pública. No sería bueno que hubiera un solo vocero oficial y no estar sujeto a los matices que cada uno de estos personajes le impone a su discurso.
Y es que no es poca cosa lo que está en juego. La salud del Presidente es un problema de Estado en un sistema presidencialista. Y es que sobre esta figura electa recaen las decisiones políticas de día a día en un Gobierno nacional. Por lo que una separación de su cargo por enfermedad y tiempo indefinido provoca un serio problema de conducción institucional. No es casual que todos los sistemas presidencialistas contemplen dispositivos constitucionales y reglamentarios para enfrentar eventualmente ese vacío sea por muerte o una enfermedad capaz de inhabilitar física y/o mentalmente al depositario de este poder.
México no es la excepción. La Constitución establece en el Artículo 84 que: “Cuando la falta absoluta del Presidente ocurriese en los dos primeros años del periodo respectivo, si el Congreso de la Unión se encontrase en sesiones y concurriendo, cuando menos, las dos terceras partes del número total de los miembros de cada Cámara, se constituirá inmediatamente en Colegio Electoral y nombrará en escrutinio secreto y por mayoría absoluta de votos, un Presidente interino, en los términos que disponga la Ley del Congreso. El mismo Congreso expedirá, dentro de los diez días siguientes a dicho nombramiento, la convocatoria para la elección del Presidente que deba concluir el periodo respectivo, debiendo mediar entre la fecha de la convocatoria y la que se señale para la realización de la jornada electoral, un plazo no menor de siete meses ni mayor de nueve. El así electo iniciará su encargo y rendirá protesta ante el Congreso siete días después de concluido el proceso electoral”.
Asimismo, el Artículo mencionado señala que: “Cuando la falta absoluta del Presidente ocurriese en los cuatro últimos años del periodo respectivo, si el Congreso de la Unión se encontrase en sesiones, designará al Presidente substituto que deberá concluir el periodo, siguiendo, en lo conducente, el mismo procedimiento que en el caso del Presidente interino. Si el Congreso no estuviere reunido, la Comisión Permanente lo convocará inmediatamente a sesiones extraordinarias para que se constituya en Colegio Electoral y nombre un Presidente substituto siguiendo, en lo conducente, el mismo procedimiento que en el caso del Presidente interino”.
Dado que estamos en la segunda hipótesis ¿algo tendrá que ver que en el Senado de la República esté estudiando una iniciativa de reforma presentada en noviembre pasado por senadores del PT que busca reducir la atribución del Congreso de la Unión para nombrar Presidente sustituto ampliando de dos a cuatro años el plazo para que en ese lapso se convoque a nuevas elecciones y sólo en los dos últimos años, el Congreso sea quien designe Presidente sustituto en caso de falta absoluta del mandatario.
Algo que es indiscutible es que el Presidente tiene “achaques”, como él mismo lo ha reconocido en público, y eso en un contexto de constante tensión y estrés, opera en contra de su salud. Las últimas semanas han sido especialmente intensas por una agenda complicada y donde se le vio al Presidente visiblemente alterado por cosas que resultan rutinarias en la relación de poderes, como es el caso, del desayuno donde la presidenta de la Corte conversó sobre la Guardia Nacional con la Secretaria de Seguridad Pública y Participación Ciudadana. No menos molesto se le vio con relación a la infiltración norteamericana a la facción criminal de los llamados “Chapitos” del Cártel de Sinaloa.
En definitiva, en tanto se devela el estado de salud del Presidente López Obrador, los rumores están a la orden del día y sólo se detendrán hasta que éste haga su aparición pública para retomar la conducción de los asuntos políticos del país.
Ya cerrado el texto el Presidente López Obrador finalmente salió a escena con un semblante descansado y un aire compasivo, y con el filo suave cuando afirmó con José Zorrilla dijo: “El muerto que vos matáis, goza de cabal salud”.
Al tiempo.
Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.