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Los cuadros son para colgarse (de una soga)

“El Pancrasutra” son siete grabados con dos luchadores, negro y blanco, amándose como si combatieran.
“El Pancrasutra” son siete grabados con dos luchadores, negro y blanco, amándose como si combatieran. Foto: Especial

XL es la oportunidad de ver, juntos, cuarenta años de la obra de Enrique Garnica, en los que se ha dedicado a colarse a la fiesta para luego romper la vajilla a punta de luz. 

Garnica sabe que el arte no es una mera representación del drama universal de los seres humanos, sino una forma de sus violencias; si es verdad que todo documento de cultura es a la vez un documento de barbarie, entonces es necesario no sólo incorporar a la labor artística el retrato de la barbarie, sino hacer la crítica de los mecanismos “civilizados” con los que la disimulamos, incluido el arte. Un patrón que da consistencia a este trabajo de cuatro décadas es su obsesión por exhibir las fronteras artificiales entre dinero bien habido y mal habido, entre violencia criminal y violencia institucional, entre arte bajo y arte culto. No es que diga que todo da lo mismo, es que se empeña en señalar que la manera en que discriminamos una cosa de otra no es inocente ni natural, sino que expresa posiciones de poder.

Algunos ejemplos de sus piezas en diversos formatos: 

“La ley” es un busto de Malverde con un cuchillo finamente ornamentado cortándole la cabeza (Malverde no se incomoda); de un lado del cuchillo dice Oferta, del otro Demanda.

“Muerte del NAIM” es un palimpsesto sobre el diseño del aeropuerto que los priistas y sus empresarios intentaron construir en Texcoco. El trazo contiene un esqueleto, su propia delación y profecía: la muerte que quería del entorno y la muerte de su propio proyecto. 

“El Pancrasutra” son siete grabados con dos luchadores, negro y blanco, amándose como si combatieran. Son claramente distinguibles, pero al penetrarse se hacen un solo animal de ocho extremidades, el bien y el mal, batallando pero sin dejar de ser uno.

“hazi no Anlo aci no” es una instalación en un cuarto oscuro con una rampa, a cuyo extremo superior está escrito fifí en neón rosa, y en el inferior chairo en un cartel callejero; a media rampa, un amlo sonriente, musculoso y vistiendo shorts pegados, arbitra subida y descenso.

La autoridad eclesiástica tiene una presencia central en su obra: hay curas diabólicos, monaguillos sometidos, hay tétricos espacios religiosos; porque la institución de la iglesia católica es, para un mexicano criado en ella, la que con más claridad hace sentir su poder de manipulación y apetito de control sobre los cuerpos; y porque la megalomanía de sus jerarcas es el modelo a seguir por las otras formas de poder. Pero Garnica embiste también las autoridades disfrazadas de progresía, en particular el canon del arte occidental, (al que, literalmente, empequeñece, incluyendo versiones en miniatura de piezas emblemáticas del arte moderno: un mini mingitorio, una mini caja de zapatos vacía, un pequeñísimo perro hecho de globos plateados).

XL es un discurso construido pacientemente, frase de luz a frase luz, que a ratos parece un manifiesto llamando a quemar todo, a ratos un instructivo sobre cómo reírse de uno mismo, a ratos una confesión frente a un sacerdote degollado. Pero sospecho que el símil que Garnica preferiría es el del conjunto de su obra como un graffitti movedizo, que admite nuevas capas de imágenes sobre las que lo iniciaron. Estas capas se alimentan de la realidad tanto como de la imagen cambiante del mismo Garnica, que aparece como personaje y, sobre todo, de sus demonios, los demonios como herramienta crítica. 

La retrospectiva XL, de Enrique Garnica, estará en exposición en el Cuartel del Arte, en el Exconvento de San Francisco, Pachuca, Hidalgo, hasta finales de septiembre.

Yuri Herrera

Actopan, Hidalgo, México, 1970.
Licenciado en Ciencias Políticas por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Maestro en Creación Literaria por la Universidad de Texas en El Paso.
Doctor en Lengua y Literatura Hispana por la Universidad de California en Berkeley.
Autor de los libros para niños ¡Éste es mi nahual! y en Los ojos de Lía, y de las novelas Trabajos del reino, Señales que precederán al fin del mundo, y La transmigración de los cuerpos.
Editor fundador de la revista literaria el perro.
Actualmente es profesor en la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans.

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