Bolsonaro ha formado una base de partidarios con su defensa de los valores familiares tradicionales y presentándose como un protector de la nación ante políticas de izquierda que, según dice, erosionan la libertad personal y provocan inestabilidad económica.
Por Diane Jeantet y Carla Bridi
RÍO DE JANEIRO (AP) .— Jair Bolsonaro superó considerablemente las expectativas en las elecciones presidenciales de Brasil, demostrando que la ola de extrema derecha que encabezó para llegar a la presidencia sigue siendo una fuerza política.
Múltiples encuestas habían situado al expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva muy por delante, con la posibilidad incluso de una victoria en primera ronda el domingo, y mostraron márgenes que se acercaron o superaron los dos dígitos. Al final, Bolsonaro dio la sorpresa y se quedó apenas a cinco puntos de Lula, por los que ambos se enfrentarán en una crucial segunda vuelta el 30 de octubre.
Lula estuvo cerca de conseguir la mayoría absoluta el domingo al recibir 48.4 por ciento de los votos válidos, mientras que Bolsonaro logró el 43.2 por ciento, según la autoridad electoral brasileña. El resto fue repartido entre los otros nueve candidatos.
“Aún hay muchas preguntas sobre el voto de Bolsonaro, hay mucha discusión sobre un voto vergonzoso por Bolsonaro entre quienes afirmaron que votarían por un candidato de la tercera vía… pero eso por sí mismo no lo explica todo. “, dijo Arilton Freres, director del Instituto Opinião con sede en Curitiba, quien agregó que los datos obsoletos del censo también pueden haber tenido un impacto en el diseño de las encuestas. “Lula empieza por delante, pero no le será fácil”, subrayó.
La votación se celebró prácticamente sin rastro de la violencia política que muchos temían. Alexandre de Moraes, el juez de la Corte Suprema que también dirige la autoridad electoral, felicitó a Brasil por las elecciones “seguras, tranquilas, armoniosas y pacíficas” que demostraban su madurez democrática.
Sin embargo, las tensiones y las apuestas seguían siendo altas. Los comicios determinarán si el país devuelve a un izquierdista el timón de la cuarta democracia más grande del mundo o si mantiene a Bolsonaro para otro mandato.
Los últimos cuatro años se han distinguido por su retórica provocadora, su presión sobre instituciones democráticas, su criticada gestión de la pandemia de COVID-19 y la deforestación más grande en la selva amazónica en 15 años.
Pero ha formado una base de partidarios con su defensa de los valores familiares tradicionales y presentándose como un protector de la nación ante políticas de izquierda que, según dice, erosionan la libertad personal y provocan inestabilidad económica.
“Comprendo que hay un deseo de cambio de la población, pero algunos cambios pueden ser para mal”, dijo Bolsonaro a la prensa cuando se publicaron los resultados. Bolsonaro, que ha reiterado sin pruebas que las máquinas de voto electrónico brasileñas son vulnerables al fraude, no impugnó el resultado.
A Lula se le reconoce la creación de un amplio programa de prestaciones sociales durante su mandato entre 2003 y 2010 que ayudó a elevar a decenas de millones de personas a la clase media, y su gobierno coincidió con un aumento de las exportaciones durante el boom global de las materias primas.
Pero también se le recuerda por la implicación de su gobierno en escándalos de corrupción y por sus propias condenas, anuladas más tarde por la Corte Suprema con el argumento de que el juez no había sido imparcial. Eso le permitió salir de prisión y allanó el camino para una nueva campaña a la presidencia.
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Bridi informó desde Brasilia. Los periodistas de AP Mauricio Savarese, Daniel Politi y David Biller contribuyeron a este despacho desde Sao Paulo, Curitiba y Río de Janeiro.