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Radiografía del problema moral – SinEmbargo MX

“Al parecer, los sentimientos no solo enmarañan la visión, sino que intensifican el interés haciendo que demos muchas, demasiadas vueltas a un problema”. Foto: Óscar de la Borbolla.

Es tan fácil ver los errores cuando son ajenos, resultan tan obvios que parecería que uno posee un criterio magnifico para ponerse a salvo de cualquier peligro. Sin embargo, no es así, pues cuando los problemas son propios, generalmente uno no se sabe ni por dónde empezar. Esa cabeza fría que juzga la conducta y los actos ajenos, no es la misma que uno pierde cuando se enfrenta a los problemas propios. Pequeñas colinas son los males ajenos; montañas inconmensurables, los propios.

Y pregunta es obvia: ¿por qué ocurre esto?, ¿por qué lo propio es más difícil de resolver que lo ajeno? Pues no se trata de que los problemas de los demás siempre sean nimios y los propios, graves, sino que ante problemas exactamente iguales uno no sabe qué hacer con los de uno y, en cambio, es un consejero magnífico cuando el problema es de otro.

Hagamos tangible esta diferencia mediante un ejemplo: cuando el problema se relaciona con un ser querido, un hijo en concreto, jamás es igual si se trata del propio o del ajeno, pues ante lo que le ocurre a un amigo con su hijo, suelo ver con facilidad la clave del problema y, en cambio, cuando se trata del mío, se me dificulta tanto que aún viendo la posible solución me tardo en ponerla en práctica o no me atrevo. Y no es que la pertenencia le añada un plus a los problemas; la gravedad radica en los sentimientos, en las emociones que normalmente despierta lo propio. “Mi hijo”, “mi vida”, nunca tendrán la misma carga de afecto que “tu hijo”,”tu vida”.

Al parecer, los sentimientos no solo enmarañan la visión, sino que intensifican el interés haciendo que demos muchas, demasiadas vueltas a un problema y descubramos, por ello, no sólo sus pros, sino también sus contras. La obsesión que nos acarrean nuestros problemas tiene como consecuencia que los pensemos demasiado, literalmente de más.

¿Cómo dedicar a un problema propio sólo los pensamientos suficientes para tomar una determinación?, ¿cómo desentimentalizar los problemas propios para conseguir esa frialdad de juicio que generalmente poseemos frente a los problemas ajenos? Son preguntas en cuya respuesta nos jugamos la vida y para las que no hay una solución única, ni una sola que sea la correcta. Allá cada quien con su propio nivel de sabiduría.

Twitter @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla

Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: “Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo… Los locos somos otro cosmos.”

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