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Raúl Padilla: El “cacique” creador de instituciones

“En definitiva, cualquier análisis inteligente y sereno del padillismo inevitablemente llamará a moderar los juicios y mejor eliminar los calificativos, simplemente, porque ahí está la obra que camina sola y eso lo supo antes de darse un tiro en la sien, como dicen, que también lo hizo su padre”. Foto: Cuartoscuro

A la memoria de José Luis Franco

Hay dos maneras como mínimo de analizar a los personajes públicos: una, simple y duro, como villanos, y otra, valorarlos por sus obras.

Raúl Padilla López fue un personaje complejo que para sus detractores -incluso, en los momentos recomendables para la condescendencia con el duelo familiar- sin más, le califican como “cacique” de la Universidad de Guadalajara, mientras, para otros, en posiciones más equidistantes ven en el mismo personaje a un constructor de instituciones culturales.

Los primeros situados en la lógica de la derrota, la venganza y la “buena política”, nos describen a Padilla López como un personaje oscuro, malévolo, perverso y, omnipresente, en la segunda universidad pública más grande del país; mientras los segundos, más racionales, ven en él la antítesis: visible, activo, visionario, solidario y ganas de hacer de la política realidades en beneficio colectivo. . 

Vamos con los primeros. Asumo que algo de los que señalan sus detractores debió tener Padilla López cuando buscó y alcanzó el poder y la política, recordemos, no la hacen los ángeles, sino hombres y mujeres de carne y hueso, y las circunstancias el político no las escoge, sino están ahí cuando se sube a ese carro repleto de intereses.

El problema principal no está en el camino hacia el poder, sino llegando a él, no sólo conservarlo, sino dotarlo de la legitimidad que se desprende de la máxima probatoria de Mateo: “Por sus frutos los conoceréis” y, a partir de ahí, perder o ganar la percepción pública.

Y esto en un país donde la costumbre burocrática ha estado impregnada de la cultura de “haces como que me pagas y hago como que trabajo” o, peor, la lógica del reloj: “¿Qué hora es? La que usted diga, señor Presidente”, deriva en la inercia paralizante de los personajes e instituciones públicas.

Max Weber, el gran sociólogo alemán, a partir del estudio de las conductas humanas llegó a la conclusión de que hay un tipo de legitimidad que viene de la percepción que generan ciertos personajes carismáticos que utilizando medios poco éticos -no vinculado a la legitimidad democrática- alcanzan en medio de tropiezos el poder buscan ganar la aceptación pública con obras que trascienden lo circunstancial.

A Padilla López, sus críticos que vienen desde el Presidente de la República, hasta el más vociferante de sus detractores, no puede dejar de reconocer que su “cacicazgo” no fue como otras capturas universitarias que han pasado a la historia sin pena, ni gloria, como un lastre que hay que ocultar para evitar la vergüenza, sino deja pruebas de que siempre le preocupó la legitimidad de su paso por la UdeG.

Basta leer el balance de su obra en el desplegado que publicaron las autoridades universitarias tapatías, interesada sí en defender a su líder, de lo que representó Padilla López para el buen nombre de la institución: “Presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Director del Centro de Estudios Estratégicos para el Desarrollo, Impulsor del Centro Cultural Universitario y uno de los promotores culturales más importantes de la historia reciente (además, agrega la UdeG) impulsó la creación de la Red Universitaria, modelo único en el país, con lo que logró llevar la educación a todos los rincones del estado de Jalisco y que hizo posible acerca la educación superior a los jóvenes de los quintiles más bajos”. (para una visión más completa léase: (https://www.eluniversal.com.mx/cultura/adios-a-raul-padilla-lopez-promotor-del-arte-y-la-cultura/). 

Este reconocimiento de su alma máter fue secundado por decenas de personajes del mundo de la cultura y la política, dentro y fuera del país, dentro y fuera de los gobiernos, y todos ellos, coinciden con todo y matices que Padilla López fue un constructor de instituciones algo que sus peores detractores han querido regateárselo para reducir al personaje a la simple caricatura de “cacique” oscuro, perverso, inescrupuloso.

Una perspectiva de este tipo cobra especial relevancia cuando lamentablemente desde el Gobierno federal se busca minar la imagen de las instituciones -lo vimos en la pasada edición de la FIL Guadalajara, pero también en la andanada contra la Corte y el INE- desde el mismísimo pulpito presidencial y el Gobierno del estado de Jalisco. Padilla López no muy afecto a las polémicas hizo una respuesta ubicua que debería ser colgadas en el muro de las universidades públicas no alineadas cuando señaló en el balance final de la FIL 2023: “Vendrán y seguirán gobiernos con promesas de refundación, sus amagos y pobres resultados, pero ellas, las universidades, seguirán ahí”.

Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, y Marcelo Ebrard, el Secretario de Relaciones Exteriores, externaron sus condolencias a la UdeG y a sus familiares y amigos del finado, lo que no debió haber gustado al Presidente López Obrador que todavía el lunes pasado no manifestaba su pésame lo que remite inevitablemente aquel discurso “mañanero” del 30 de noviembre de 2022 cuando se preguntó alterado: “¿Quién organiza la Feria del Libro de Guadalajara? Padilla, exactamente. ¿Cuántos años lleva Padilla manejando la Universidad de Guadalajara? ¿Cuánto tiempo tiene? De Salinas para acá, 35 años ¿Él pone a los rectores? Es importante porque ahora es un foro del conservadurismo”.

Y bueno, en alguna forma se le agradece al Presidente que guarde silencio, mejor a que en un desplante verbal termine utilizando la muerte de Padilla López para seguir con la tarea de polarización política o peor que él resulte la víctima. A estas alturas, me pregunto, no sin ciertas dudas, que no tienen los detractores donde radica la legitimidad de un Rector, y en este caso de un exrector, si en la vía acceso al poder en una institución universitaria o en el producto de sus obras.

A bote pronto cualquiera diría que las dos tienen que ser legitimas y, al parecer, al caso que nos ocupa no se le critica su llegada al poder, sino la formación de un grupo de poder que ha capturado la mayor institución educativa de Jalisco. Y eso nos lleva a la legitimidad de las obras del personaje y su grupo político que son cuantiosas no sólo para Jalisco, sino para la cultura mexicana como también a su legitimación en la acción universitaria que no es un asunto menor y que frecuentemente se soslaya.

En definitiva, cualquier análisis inteligente y sereno del padillismo inevitablemente llamará a moderar los juicios y mejor eliminar los calificativos, simplemente, porque ahí está la obra que camina sola y eso lo supo antes de darse un tiro en la sien, como dicen, que también lo hizo su padre.

Al tiempo.

Ernesto Hernández Norzagaray

Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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