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Turbulencia en el aterrizaje – SinEmbargo MX

El Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, al centro; el Secretario de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval, izquierda, y el Secretario de Marina Vidal Francisco Soberón caminan por la plaza principal, conocida como Zócalo, el 16 de septiembre de 2022 durante el desfile militar por el Día de la Independencia, en la Ciudad de México.
“las filtraciones de Guacamaya links terminaron por afectar más la presidencia que al propio secretario de la Defensa”. Foto: Marco Ugarte, AP

El final del gobierno de López Obrador no será tan sencillo como se preveía hace unos meses. Hay turbulencia en el aterrizaje y ésta no viene, como auguraban algunos, por el lado económico, sino político. Los indicadores económicos no muestran alarmas, por el contrario, los datos de inflación, tipo de cambio, déficit presupuestal e incluso los de inversión extranjera son positivos. El crecimiento económico, de 3.1 en 2022, es, para ponerlo en palabras del López Obrador candidato, mediocre, pero muy bueno en el contexto internacional y hasta el propio presidente lo festejó como un gran logro. Los nubarrones vienen del norte y tienen que ver con el manejo de la seguridad pública y hay vientos cruzados generados por las batallas internas.

La militarización del gobierno comienza a pasarle factura al presidente. La estrategia no funcionó. Entregarle la seguridad a las Fuerzas Armadas no disminuyó la violencia en el país; darles las aduanas no redujo la corrupción y el tráfico ilegal de sustancias; poner en manos militares el aeropuerto no hizo más eficiente el tráfico aéreo (¡Oh sorpresa! las aerolíneas responden al mercado y no al canto de himnos ni sirenas mañaneras). Por el contrario, la presencia preponderante del verde olivo en el gobierno le transfirió todos los pecados de los militares, acostumbrados por décadas a la opacidad y no a rendir cuentas, a López Obrador: las filtraciones de Guacamaya links terminaron por afectar más la presidencia que al propio secretario de la Defensa.

La confrontación con Estados Unidos puede ayudar al presidente a cerrar filas. La construcción del enemigo común es siempre una estrategia de los poderosos para cambiar la conversación y desviar la atención de lo que no funciona. Pero, más allá de rollos, reivindicaciones, citas churidas a Juárez (el derecho al respeto ajeno es la paz [sic]) y la defensa de la soberanía envueltos en la bandera hay temas concretos en los que el gobierno de Estados Unidos va a presionar en los últimos meses del gobierno de López Obrador: trafico de fentanilo y democracia. La presión en el tráfico de fentanilo es concreta, directa y factual: Estados Unidos quiere que se detenga y extradite a más capos. Aunque no sirva de nada para frenar las muertes por sobre dosis de este medicamento, sí sirve para la tribuna electoral estadunidense. El tema de la democracia es mucho más delicado y sutil. La observación estadunidense sobre la reforma al Instituto Nacional Electoral y a los derechos humanos irá creciendo conforme se acerque la fecha de la elección.

En un aterrizaje con turbulencia nada hay más importante que la mano del piloto, la sutil conducción de la nave. El riesgo es que nuestro capitán ha abandonado las sutilezas, parece desoír las advertencias meteorológicas y quiere aterrizar el avión a su manera y donde él quiera. Pónganse los cinturones.

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