Por muchos chats circuló el reportaje de Álvaro Delgado en el cual el periodista cuestiona la catalogación de quienes asistimos a la marcha de este 18 de marzo como “acarreados”.
En diversas entrevistas, incluida esa pieza periodística, las y los asistentes realizan llamados que van desde amables y sonrientes a entender el movimiento social que encabeza el Presidente Andrés Manuel López Obrador hasta una actitud en la cual simplemente se manda lejos a quienes simplifican a los presentes con aquel calificativo, pasando por respuestas intermedias.
En todas ellas se advierten personas mayores y jóvenes, así como formas de lealtad, compromiso político y entusiasmo participativo respecto del Presidente de la República. Eso es descalificado de nuevo por la crítica de la democracia cristiana y simpatizantes de ocasión como “respaldos inútiles” al ego, gastos oscuros o plataformas mesiánicas del presunto autoritarismo.
No se menciona el fenómeno social de miles de personas que ya no alcanzaron espacio en el Zócalo ante decenas de pantallas distribuidas en las calles aledañas, cantando el himno nacional o coreando monosilábicas respuestas a antivalores y valores expresados al final del discurso.
Tampoco se refiere y mucho menos se explica que el Presidente tenga una dinámica interlocución con una gigantesca audiencia que se siente dignificada: “es querido porque apoya a su pueblo”, le dice una asistente a Delgado. Lo cual ciertamente, evidencia aparte, verbaliza una concepción del mundo imposible de encontrar respecto de un liderazgo semejante o apenas comparable en ningún actor de las manifestaciones del bloque adversario.
Los opuestos a lo que Morena representa —como movimiento, no como partido—, una minoría poblacional y electoral según todos los estudios demoscópicos y los resultados electorales del 2018, salvo en algunas ciudades, parecen desconcertados e incurren en una omisión contradictoria: aplican a los demás lo que no toleran para ellos.
Esto es, cuando se trata de tratar de separar a Genaro García Luna del PAN, cuando “hay que defender” supuestamente la democracia a través de la reivindicación subjetiva del INE y de los dos consejeros que terminan su periodo al frente de ese organismo convertido en parte de la disputa y no del arbitraje electoral, cuando se “debe” defender lo propio, ahí sí: todo es legitimidad y respeto.
Cuando se trata de los adversarios, en este caso los simpatizantes de Morena, —militantes o no, ciudadanos con partido o sin él— en ese caso desaparece el reconocimiento de particularidades esenciales de la concentración del sábado y del derecho de respaldar una causa.
Lo ciudadano es mayoritariamente apoyador y minoritariamente opuesto a Morena y al Presidente. En medio y alrededor descalificaciones y violencia verbal.
Quienes acudieron no lo hicieron únicamente por la soberanía sino por el proyecto político específico, diferenciado del PAN y sus aliados. Respaldan la acción de gobierno, apoyan a la movilización, reivindican en una palabra una identidad política que es expresada por AMLO.
La polarización está en ambos lados. Los de en medio se acercarán a los polos, no votarán, o buscarán equilibrios. Todas las posturas, salvo las que incitan a la violencia de ambos lados, son válidas. La voluntad es base de la libertad, Hegel.
Salvador Guerrero Chiprés
Salvador Guerrero Chiprés es presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México. Es doctor en Teoría Política por la Universidad de Essex, Inglaterra; maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y licenciado en Derecho y en Comunicación por la UNAM. Fue asesor de la Secretaría de Seguridad Pública del entonces Distrito Federal y de la Comisión Nacional de Seguridad, y Comisionado Ciudadano de Transparencia en el InfoDF.