No es común que un autor tenga una consciencia plena de su obra, que la diseñe de tal forma que sepa hasta dónde va a escribir y cómo. Menos aún, que se tome el tiempo para despedirse de sus lectores. Son excepcionales los casos en los que, además, esta despedida está incluida dentro de la misma. Andrea Camilleri, es uno de esos pocos que lo ha conseguido.
Acaba de llegar a México la primera edición de Riccardino, su novela póstuma, pese a haberla escrito unos diez años antes de morir. Lo que la vuelve póstuma, en este caso, no es sólo que se haya publicado justo un año después de su muerte (al menos en italiano), sino que, desde un principio, fue concebida para que así fuera.
Con ella, da fin a la saga protagonizada por el comisario Salvo Montalbano. Son una treintena de libros en los que el protagonista se da el lujo de romper con algunos de los estereotipos del género policiaco. Sucede que él está lejos de ser un detective atormentado. Al contrario, vive en un sitio paradisiaco (en Vigàta, una ciudad inventada dentro de Sicilia), en una casa al borde del mar en donde nada con frecuencia. Come platillos espectaculares gracias a que tanto su empleada doméstica como los dueños de las fondas lo consienten debido al espectáculo que significa el verlo comer con tal placer. Mantiene una relación amorosa con Livia, quien no vive en la isla y vive con una intensidad envidiable. Además, está acompañado por personajes salidos de la pluma de un autor que, antes de ser novelista, fue dramaturgo. Eso le permite llegar a altos niveles de comedia a partir de diálogos hechos con precisión.
No miento al decir que leer esta serie de novelas es, a un tiempo, entrar al mundo riguroso del género negro y, también, al de la psicología de un personaje complejo y entrañable.
Un personaje del que su autor pensó en deshacerse.
Para quien leyó la saga completa, fue evidente que, a partir de cierto momento, la prosa cambió: las frases fueron más breves, los párrafos más cortos, faltaba algo de potencia. Esto obedece a que Camilleri ya no pudo escribir más y comenzó a dictar sus trabajos pues perdió la vista. En Riccardino eso no sucede. Uno se entera pronto de que es debido a que el autor la escribió a los 80 años: poco más de 10 antes de morir. La entregó a sus editores y les pidió que la guardaran para publicarla de forma póstuma. Después, a regañadientes, publicó más de diez novelas de la saga.
Una de las cosas más llamativas de Riccardino es la presencia constante de Camilleri dentro de la novela. Platica con el personaje. No gracias a un artilugio narrativo de difícil justificación dentro de una novela negra, sino a partir de una idea que es bastante verosímil. Discuten, pues, como Unamuno con Augusto en “Niebla”. Pelean por ver quién tiene la razón respecto al caso en turno. Eso permite que se resuelva varias veces y, al hacerlo, de alguna forma, el autor nos ofrece una visión única a los lectores, la que permite descubrir algunos de los mecanismos que utilizaba para armar sus historias.
Los deseos de Camilleri se cumplieron. Terminó su saga, se publicó de forma póstuma, nunca traicionó a su personaje. Eso no significa que uno como lector no sienta cierta congoja al terminar el libro. Salvo Montalbano es un personaje que me acompañó durante más de una década de lectura. Así que envidio, profundamente, a aquéllos que apenas comenzarán a leer La forma del agua (que nada tiene que ver con la película), la primera novela de la serie. Respiren profundo, las novelas de Camilleri tienen muchas más cosas de las que aparentan.
Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.