Cuentan que, cuando los fundadores del periódico La Jornada, disidentes del glorioso Uno más Uno, fueron a presentarle a Fernando Benítez a la nueva criatura, allá en 1984, el gran editor de suplementos culturales repasó el periódico recién nacido con cuidado y al cabo de varios minutos emitió su opinión con aquellas características pausas en su hablar: “¡Felicitémonos!”, dijo enfático, “hemos hecho de un gran periódico dos muy malos”. Algo similar pueden decir ahora los constructores de la Cuarta Transformación, quienes deben estar de plácemes porque abolieron ese horrible y pernicioso esquema de cuotas y cuates para hacer uno solo de cuates.
Todo gobierno, por naturaleza del poder, tiende a buscar el control de las instituciones a través de colocar a personas cercanas o afines (lealtad antes que capacidad, sentenció el líder). Parte de los síntomas de salud democrática es que las sociedades pongan trabas y candados a esa voluntad del poder de controlarlo todo. Estos organismos de sociedad civil son diversos, plurales, inestables y responden en gran medida a temas de coyuntura o si se prefiere, de moda. El poder en turno buscará siempre descalificarlos: los gobiernos del PAN y del PRI se quejaban de que los organismos de derechos humanos estaban financiados por fundaciones internacionales y ahora el gobierno que se dice de izquierda acusa un día sí y otro también que los organismos de la sociedad civil están financiados por los empresarios o, ¡peor aún!, por extranjeros (otra vez Masiosare al ataque).
El proceso de selección de Consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE) y el veto presidencial a los consejeros del Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI) tienen un mensaje inequívoco: solo cuates. Los perfiles que empuja el partido del presidente para el INE son militantes, han tenido cargos partidistas o son parientes directos de dirigentes de Morena. Al mismo tiempo, usando su derecho Constitucional, el presidente veta los nombramientos de consejeros del INAI con el argumento de que fueron producto de una negociación de cuotas (enjuague, para usar sus palabras): el líder de Morena en el senado, Ricardo Monreal, entregó una posición al PAN a cambios de que la otra quedara para él, para uno de sus incondicionales, aunque no tuviera el perfil adecuado.
Lo peor que nos puede pasar es que ahora haya quien defienda el sistema de cuotas y cuates porque es mejor que el de puros cuates, argumentando que así al menos hay cierto equilibrio. La única solución de fondo es una ley de designaciones públicas que evite el manoseo. Lo paradójico es que los mismos partidos que en su momento rechazaron esta ley hoy se dicen víctimas, y sin duda lo son. Los victimarios de ayer se quejan de que el gandalla hace gala de su fuerza.
Por eso, hay que repetirlo, ni cuotas ni cuates, y tampoco solo cuates.