No hay buenas noticias para los trabajadores del mundo en los próximos dos años. De acuerdo a un informe presentado por la Organización Internacional del Trabajo, el empleo mundial este año crecerá sólo el 1 por ciento y en 2024 el 1.1 por ciento, en comparación con el crecimiento registrado en 2022, que fue del 2.3 por ciento, ya de por sí históricamente bajo.
Las razones de este pesimismo son variadas. En primer lugar se encuentran las secuelas de la pandemia que llevó a que muchos países se endeudaran e incurrieran en déficits públicos, con las consiguientes presiones inflacionarias. Todo lo cual ha llevado a los Bancos Centrales a elevar las tasas de interés, lo que ha producido una disminución de la inversión productiva. La pandemia – en sí misma una enorme convulsión global – también fue causante del trastorno de las cadenas de distribución y producción que trastornó al sistema económico y financiero mundial. El mercado de los semiconductores fue particularmente afectado, lo que ha significado que las empresas de alta tecnología que cotizan en el NASDAQ, hayan tenido pérdidas multimillonarias.
Otra importante causa de la falta de crecimiento económico mundial han sido, por supuesto, las consecuencias económicas de la guerra rusa en Ucrania, que ha desestabilizado los mercados de energía, no sólo europeos sino mundiales.
Como resultado de todo esto y de acuerdo al informe de la OIT, “la mayoría de los países todavía no han alcanzado los niveles de empleo y de horas trabajadas registradas a finales de 2019, antes del estallido de la crisis sanitaria de la COVID-19.”
Las mujeres son las que han sufrido más, pues el desempleo femenino es de 15 por ciento, mientras el masculino es de 10.5 por ciento. Se necesita, por lo tanto, pensar en políticas públicas que ayuden a las mujeres a reducir esta brecha. Otra tendencia del momento es el paso del empleo formal al informal en todo el mundo. El año pasado, la cifra del empleo informal alcanzó la cifra de dos mil millones de personas, lo cual significa que sólo el 47 por ciento de la población mundial se encuentre cubierta por al menos una prestación social.
Estas macrotendencias también significan aumento de la pobreza. Se calcula que en 2022, el 6.4 por ciento de las personas empleadas vivían en la pobreza extrema (ingresos menores a 1.90 dólares estadounidenses al día).
Nada de esto mejora el optimismo si consideramos en la ecuación los efectos del cambio climático en marcha a nivel planetario que afectará sobre todo a las naciones más pobres, en el largo plazo.
En el corto plazo, serán las naciones más industrializadas las que experimentarán una falta de crecimiento en el empleo. En 2023 se espera que en Estados Unidos no crezcan los empleos, mientras que en Europa estos incluso decrecerán. En cuanto a América Latina, el crecimiento del empleo será muy modesto, de apenas el 1 por ciento. La diferencia, por supuesto, es de orden demográfico: el mayor crecimiento de la población en América Latina en comparación con Europa y Estados Unidos producirá mayores estragos en esa región.
La situación llama al establecimiento de un nuevo contrato social, con nuevas premisas que tengan en cuenta la amenaza del cambio climático y de la gran reconversión industrial en marcha. Este nuevo contrato social debe tomar en cuenta las diversas propuestas que se han hecho en los últimos años para promover un mercado de trabajo más armónico, que beneficie a todos los factores de la producción. La respuesta a todo esto no es sencilla y debe ser motivo de un gran diálogo civilizatorio por venir. El futuro de la humanidad está en juego.
Gustavo de Hoyos Walther
Abogado y empresario. Ha encabezado diversas organizaciones empresariales, comunitarias, educativas y filantrópicas. Concentra su agenda pública en el desarrollo de líderes sociales (Alternativas por México), la participación ciudadana en política (Sí por México) y el fortalecimiento del estado de derecho (Consejo Nacional de Litigio Estratégico).