Rendija: La Política en México es un enredo cargado de púas, para donde te muevas te pinchas; si no hay tacto la emblemática zarza se incendia y se consume.
I
La cantidad se apodera del movimiento,
la suma es la cuenta misma,
el desplazamiento ya sucedió;
no hay tiempo y espacio para lo singular,
la diferencia es una pérdida que se suprime,
la receta es abrumar,
multiplicar, engrosar;
el oxígeno de la realidad se comprime
en su lugar la respiración artificial
se apropia del entorno,
la cantidad decide una y otra vez,
entre más, más se impone;
en su monótona exigencia,
la palabra aparece codificada
con su precio en la etiqueta
de su pronunciación,
otro de tantos malabarismos
donde se extravía la presencia.
II
El juego masivo en lo minúsculo
que los 60 segundos representan
acorrala el destino,
lo sujeta a la mecánica exhibición continua,
de las series enumeradas que compiten
en los escenarios de las emociones,
acumulando el desgaste del vacío.
III
El tiempo como estadía de la conciencia
se agrieta,
y no puede contener densidad alguna;
la superficie impone su posición,
las raíces empacadas y etiquetadas
se alinean en el inmenso almacén
de la indiferencia existencial:
da lo mismo cualquier cosa;
el cansancio de lo inocuo,
es la firma que certifica.
IV
La velocidad,
como si fuera propiedad privada de la civilización
para hacer y deshacer a su antojo,
es la incisión que destroza la visión;
es, a su manera, el fin de los tiempos.
Asumida ya como hábito
aniquila de origen la percepción
y la condición de lo humano,
una palabra cada vez más extraña, ajena, e ignorada.
La descomposición, ya no se identifica,
enmascarada por el éxito de sus ventas
prostituye todo quehacer.
El algoritmo de la pausa
testifica la magnitud del desafío.
V
El reino de lo biológico es invencible,
son las escrituras del universo,
no nos pertenecen,
y pretendemos apropiárnoslas,
por más intentos que hagamos
ofertas, engaños y demás avatares,
más nos aliénanos;
clausurando
el estrecho margen de la vida,
sus pasadizos, túneles, puentes,
su tertulia de ríos y horizonte,
la ternura olvidada de la orquídea
su descomunal belleza
en su exquisita fragilidad
junto a las cajas registradoras.
VI
Cuando la noche prepara su equipaje,
los remansos todavía tienen el poder de nombrar:
la identidad no está quebrada,
las preguntas perduran,
la devoción tiene la riqueza de su especificidad.
A ras de tierra se toca el cielo,
la introspección que enfrenta la intromisión.
VII
Esas bocanadas de aire fresco no desaparecen,
ahí están,
aquí, al dejar en paz el mundo,
y quedar absortos en la intuición.
Guardar esa alegría del amanecer al meditar,
después de andar
en los escarpados silencios que llevamos,
es un regalo y una ofrenda.
