No creo que Ricardo Monreal participe en la encuesta de la izquierda para 2024 porque calcule que tiene alguna posibilidad de ganarla. Su propia historia lo hace más transparente de lo que él incluso desearía y por eso voy al grano: el Senador zacatecano se apuntará por los beneficios que imagina que puede obtener o por los que ya calculó que se llevará. Es como su asunto –por cierto, vergonzosamente sin aclarar– con los libros en el Senado: no necesita de firmas falsas, tampoco ejemplares con sobreprecios o quién le edite sus textos gratis, y no porque sea o no sea un “hombre honesto”, sino porque su patrimonio no depende de ello. De lo que se trata, con los libros o con la encuesta, es sacar algo. Y suena vulgar porque lo es.
Durante mucho tiempo, Monreal ha explotado con éxito visibilizar sus estados de ánimo, simulados o reales. Como ya he contado, en 2017 y 2018 se decía víctima de “la nomenclatura” en su partido y se presentaba como “un hombre triste”. Según él, vivía tiempos terribles. Se asumía como un “opositor perseguido”, “acosado injustamente”, y se ponía a la orilla de una mesa imaginaria de la que estaba dispuesto a saltar para hacerse mil pedazos. Pero Monreal nunca se cae, por supuesto, y cuando se cae, se cae hacia arriba. Para evitar ese supuesto sacrificio, en aquellos años –cuando demandaba la candidatura para la capital mexicana–, el Presidente le entregó la coordinación de los senadores de Morena para 2018-2024. Morena y López Obrador han pagado el precio.
¿Es Monreal un “político profesional”? Político sí, lo de profesional usted juzgue. Primero, a considerar, su capacidad de expansión. Pocos como él. Parte de su familia ha hecho carrera y fortuna dentro de los partidos y en gobiernos y quizás sea hoy cuando más posicionada está. El poder del Senador se ha disparado en estos años de 4T, sin que él se ajuste a lo que la 4T postula, necesariamente. Más bien ha hecho su propia versión de 4T donde la prioridad no es la 4T, y las reformas atoradas en el Senado lo dejan claro: fue capaz de sacar su agenda personal (como los comisionados del INAI y otras posiciones), pero no tuvo la misma prisa o la misma iniciativa con los asuntos del Presidente. Ese es compromiso, sin duda; compromiso consigo mismo.
López Obrador puede estar librando una batalla a muerte contra las élites en México y eso no altera la agenda de Monreal. Pero qué necesidad, pensará. Y en su lógica tiene toda la razón: ¿para qué enfrentar a la derecha panista, por ejemplo, cuando le puede sacar provecho? La lógica de AMLO, que cita pensadores decimonónicos cuando dice que con la derecha ni a la esquina, es demasiado complicada para el Senador que ve cosas más simples: sentado con el PAN de Marko Cortés ha obtenido más (para él, claro) y de la mano de Santiago Creel iba a recorrer el país en su “caravana de la reconciliación” o cómo fuera que le iba a llamar.
Para enfrentar a los panistas, Monreal necesitaría estar convencido de que le hacen daño a México, o que le hacen más daño que él. No hay reconciliación entre un granjero y el lobo que mata a las gallinas para satisfacer su deseo. El trabajo de uno es cuidarlas; el otro las destroza con los dientes porque le da satisfacción. Son dos estirpes distintas. Hay reconciliación, en todo caso, entre iguales; entre hijos de una misma madre que se han distanciado. Pero el Senador se considera lobo, no granjero; sólo así se justifican sus constantes llamados a reconciliarse. En otras palabras: si Monreal estuviera convencido de que el triunfo de la reacción es moralmente imposible, como dice el Presidente, entonces por razones morales no buscaría pactar con la reacción.
Pero ese pensamiento pragmático que lo define tan bien es el mismo de “Los Chuchos”. Jesús Zambrano nos dijo el año pasado, para el libro La Disputa por México, que el PRD pasó “de querer comerse a los empresarios a querer comer con los empresarios”. Monreal es lo mismo. Las crónicas de sus reuniones de finales del año pasado entre él y varios miembros de la oposición en el Congreso ya son demasiado públicas. Les daba largas, largas, estirando la liga, dándoles a entender que en algún momento dejaría la 4T (de “López dictador”, como le llaman ellos) para unirse y jalar a otros a un grupo “plural”, quizás el de los tibios que navegan de independientes en el Senado, pero que son panistas-progres, panistas-arrepentidos o panistas-aporreados por el destino.
Monreal generaba tensión para ver qué le ofrecían de un lado y de otro. Eran “días tristes” para él. Era un “perseguido”. Recuperaba su historia del “opositor que siempre ha estado en la adversidad”. Era una víctima y luego ya no lo fue. Declaró su regreso al seno lópezobradorista. Se tomó la foto con Claudia Sheinbaum y dijo que ya lo habían aceptado de regreso. Pero su propia historia lo hace más transparente de lo que él incluso desearía. La realidad es que Santiago Creel dijo con toda claridad que si el Senador pensaba que tendría un lugar en la contienda interna del PRIAN estaba equivocado. Y otros simplemente lo urgieron a definirse, pero de mal modo. Germán Martínez lo zarandeó en público por jugar entre tantas aguas. En fin. Episodios bochornosos.
¿Candidato presidencial por Morena? Claro que no. Ricardo Monreal es de los pocos líderes del lópezobradorismo que no pueden siquiera marchar libremente entre ciudadanos por temor a ser públicamente rechazado. Él lo sabe, lo sabe su entorno. Es el resultado de sus constantes chantajes y su constante jugueteo con el papel de víctima para ganar más poder. Lo tienen muy medido. La historia que se ha construido de sí mismo lo hace más transparente de lo que él desearía. Mucho cálculo político para superar su propia falta de nobleza. Ha acumulado poder pero, ¿le sirve para sus ambiciones?
JF Kennedy decía algo así –lo escribo de memoria–: los que buscan afanosamente el poder montados en un tigre terminan en la panza del tigre.
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Sé que Gerardo Fernández Noroña quiere la candidatura de la izquierda y sé que no busca, dicho por él mismo, una de consolación. Es la Presidencia o no es, dice. Algunas encuestas lo consideran, otras no; pero por los datos que hay disponibles se puede decir que los niveles que trae son –un promedio ranchero– los de Monreal. Debo insistir en lo perversas que son casi todas las casas encuestadoras, lo podridas respecto a la izquierda. Y lamento que sea la única base para medirlo y al final, las encuestas que definirán la candidatura presidencial de la izquierda recurren a la misma metodología que las que rechazamos.
Hay que reconocerle a Noroña, como se le conoce con más familiaridad, su arrojo. Toma riesgos y asume sus consecuencias. Pocos como él enfrentaron a Felipe Calderón o a Genaro García Luna cuando estaban en el poder, por ejemplo. Imposible ignorarlo, sobre todo si eres periodista: pocos escribieron contra ese par que llevó a México a una tragedia que se recordará muchas décadas después. A Calderón no le gusta que se le mida por su guerra y también quiere un helado de limón, pero esa es su herencia, ese es su legado. Miles y miles de familia mexicanas tendrán que recordarlo por haber lanzado al Ejército a pelear sin que exista una sola evidencia de que estudió los posibles escenarios. Pues allí estuvo Noroña para reclamarlo y esto le ganó, por supuesto, todo tipo de agresiones desde muchos frentes, sobre todo desde la prensa mexicana que es vergonzosamente corrupta y acomodaticia.
Fernández Noroña no es militante de Morena. Aún así, de acuerdo con Mario Delgado, estará en la encuesta que organiza Morena. Fernández está en el Partido del Trabajo. No tengo ni idea si el PT irá con su propia candidatura y los datos que tengo son ambiguos: en Edomex es aliado de Morena, en Coahuila es su competencia. ¿Cuál camino tomará ese partido en manos de Alberto Anaya, su líder vitalicio? Yo digo que el camino que le parezca mejor para mantener su registro. Si se une a la candidatura de Morena o si tiene su propio abanderado para 2024 dependerá de matemáticas simples, según yo, y según veo de Coahuila y en Edomex. ¿Cuáles son los planes de Fernández Noroña si el PT va o no va por su cuenta? No sé. Me imagino que gran parte de la decisión petista depende de la decisión del legislador y viceversa. No me queda claro. Tampoco tendría que estar tan claro porque muchas variables están en movimiento ahora mismo, y seguramente moverán los escenarios. Y para terminar pronto, de eso depende, básicamente, de si Noroña acepta o no la encuesta de Morena.
Ahora, la pregunta incómoda: si alguien vota PT con un candidato (o candidata) distinto (o distinta) al de Morena (a la de Morena), ¿ayuda a la 4T, al movimiento, al lópezobradorismo? ¿O se le puede considerar que divide el voto de izquierda, como sucede en Coahuila, lo que podría resultar en su derrota electoral frente al PRIAN? Votar por el PT si se lanza solo, ¿es ayudar, es dividir? De esa respuesta depende también la decisión, supongo, de partido y precandidato, de Anaya y de Noroña. Y ya.
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Addendum: Termino este ejercicio aquí, con los datos disponibles, sobre la encuesta y los precandidatos presidenciales de la izquierda. Razono hacer lo mismo con la derecha, pero a estas alturas me es desconocido el principal insumo, que es el método de selección. Sabemos que el PAN “lleva mano” en 2024, según dijo Alejandro Moreno, pero confiar en ese bribón es como dejarle encargado un filete término medio a un perro. Chispas saldrán. Ya dije y he escrito que la que mejor representa el pensamiento de la derecha mexicana es Lilly Téllez. Sería una gran candidata, creo, aunque tuviera pocos votos, pero uno nunca sabe: millones se identifican con ella. Así como aplaudieron en “la marcha para defender al INE” a aquella mujer que le gritó a López Obrador “indio patas rajadas”, así, con las mismas ganas aplauden a Lilly. El PRD dice que no la quiere. Quién necesita al PRD: ¡Lilly para Presidenta, sin PRD! Es el rostro del PRI, vividor y oportunista; es el rostro del panismo y los panistas, igual de fraudulenta que ellos. Apenas llegan el poder y muestran su verdadero rostro. Mienten para ganar y ganan para defraudar. Como ella, como Lilly Téllez, que le dio la espalda a todos los que votaron por la izquierda pensando que la izquierda era ella y nada: una ultraderechista cualquiera. En fin. Ya veremos qué pasa.
Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017).
Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx