Hay algo que no checa: el presidente más popular de la historia no se atreve a ir a la Cámara Alta porque a los opositores les gusta hacer manifestaciones. Hay que cuidar la investidura presidencial, argumenta nuevamente para evadir, en este caso, su presencia en la entrega de la medalla Belisario Domínguez que otorga el Senado de la República a la escritora Elena Poniatowska.
“Elenita”, como le dice el presidente para que quede claro su cercanía, fue una de las grandes promotoras y apoyos intelectuales del movimiento que encabeza López Obrador. Cómo olvidar aquel discurso en el que Elena le hablaba a su fallecida madre, mirando hacia el cielo, diciéndole lo felices que éramos los mexicanos por el triunfo de Andrés Manuel. Elena Poniatowska, sin embargo, ha sido en los últimos años crítica de las políticas de seguridad y de polarización del presidente e incluso de las mañaneras: habla demasiado, ha dicho.
El cuidado de la investidura ha sido la excusa de López Obrador para no reunirse con quien no quiere y para mandar mensajes de toma de distancia. Lo hizo con Javier Sicilia a propósito de las marchas y reclamos por la traición al modelo de seguridad que el hoy presidente planteó en la campaña, cuando repetía una y otra vez que iba a regresar al Ejército a los cuarteles. Lo mismo dijo para no recibir al entonces gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, que quería presentar al presidente pruebas de la participación del crimen organizado en las elecciones estatales. La investidura le permite discriminar a su antojo a los interlocutores de la presidencia.
¿Le pasa algo a la investidura presidencial si escucha las críticas de sus opositores o simplemente de quienes no están de acuerdo en algo? Nada, por el contrario, la investidura presidencial en un sistema democrático implica justamente el debate de ideas, la representación del Poder Ejecutivo ante otros poderes y de la jefatura del Estado mexicano ante las instituciones y otros países del mundo. Lo que está cuidando el presidente es su imagen, la de Andrés Manuel López Obrador, no la de la institución presidencial que va mucho más allá de la persona que ocupa el cargo.
Al Senado no le pasa nada si López Obrador no va a la entrega de la medalla Belisario Domínguez, ni Elena Poniatowska es menos merecedora al mérito si no asiste el titular del Poder Ejecutivo. En realidad, se trata solo de una toma de distancia del presidente con la crítica, por más leve que esta sea. No se busca proteger a la investidura presidencial de posibles raspaduras y abolladuras sino de evitar cualquier acto público en el que aparezca la discrepancia frente al presidente.
El poder aísla: es uno de los síntomas de todo fin de sexenio.