Para Conchita Calvillo, a quien el Presidente Andrés Manuel López Obrador, solía visitar durante sus años de peregrinaje después del 2006; en este 2023 no estaría de más, que se tomara un té con ella. Estoy cierto, como muchos otros que la conocemos, que algo valioso encontrará en su presencia y palabras, más aún, hoy en día, con tanta responsabilidad que lleva. Un gesto así, trasciende partidismos políticos y toca fibras profundas y sutiles de lo que solemos nombrar como la Patria. La edad es sabia cuando la mente y el corazón no se separan, a pesar de los achaques del cuerpo.
Rendija:
Los bolsillos de la clase media están rotos, va a seguir tomando las calles, pase lo que pase.
El lenguaje de la política está erosionado, los adjetivos aniquilan los conceptos. El ciudadano como sujeto, busca su identidad pérdida en el marasmo cotidiano de las redes, convertido en algoritmo, sus emociones lo definen; pero cuando ya no alcanza la quincena y las expectativas se reducen a la sobrevivencia, no hay discurso que valga, ni cuarta, quinta o sexta transformación que busque explicar el sentido del devenir colectivo e individual.
Los tambores de guerra se escuchan, esperemos que la clase política toda, a pesar de sus complicidades con el crimen, comprenda su responsabilidad con lo más sagrado de la Nación: La Paz y Seguridad de todas las familias de nuestro querido país, cuando se reúnen alrededor de la mesa y pueden compartir el alimento y sentir que viven con decoro y dignidad.
La Contabilidad del Ser
Cómo aprender a escuchar
lo que las voces no alcanzan a decir,
¿acaso el ruido
y su desenlace de aturdimiento,
presagian el hastío
y un silencio a la deriva y sin fin?
La semilla de un verdadero vocablo,
en la vereda de lo humano, tal vez
su estremecimiento
que sacude y disipa
el denso mutismo
y la tensión de su ropaje.
Hay una voluntad previa
que apunta las coordenadas;
las sumas y restas
del engranaje ignorado, que persiste.
La secuencia que alumbra el ritmo.
La geometría que permite la música,
esa vibración metafísica de lo físico.
La química del sonido como partitura.
El despliegue del manto inmemorial
de la abstracción.
Ese múltiplo molecular esculpido al infinito,
que traza las guías genéticas
del orden de la aparición
El volumen es movimiento capturado,
contenido,
los pliegues que permiten
la fricción de la realidad,
su presentación temporal;
su puesta en escena…
el espejo descifrado del oxígeno.
El número se alimenta de eternidad,
la palabra es historia
desde su primera hasta última letra:
conciencia, conocimiento y evocación.
La trenza que evita el delirio
y sostiene la cordura,
ese zigzag,
la espiral de la cifra y la letra,
la naturaleza de su devenir;
la memoria del presente:
el átomo donde las nupcias,
del nombrar y su cuenta
son la danza misma de la existencia:
la contabilidad del ser.
Todo número
es una operación matemática en ciernes,
y toda palabra una historia por contarse;
al perder una sola letra y una cifra
emerge el dolor de la incomprensión,
y su dosis que carcome
el sentido de las cosas.
La tarea pendiente
es recuperar los pasos acompasados
del número y la palabra;
en ese entrenamiento y sus ritmos
se encuentra la revelación del destino:
el don de la vida
su comprensión.
Siempre son cuentas distintas
aunque los números sean los mismos.
El principio y el fin
como inventos de la imaginación
que cincelan la realidad,
el sentido que permite habitar el sueño
para despertar el acto creador
su potencial inmanente
e inminente de libertad.
Es la batalla sin tregua
de cada día ante el caos
que abreva de nuestras sombras
y nos circunda.
La palabra
es el alma del número,
cuando se ausenta
el fuego nos enceguece.