La oposición se rindió. Renunció inclusive a ser oposición. Retobó y se fue literalmente a dormir. La historia parlamentaria de México no registrará presencia ni voz opositora en el Senado cuando Morena y sus aliados, con el Presidente Andrés Manuel López Obrador como el coordinador de facto, aprobaron con su mayoría sus prioridades legislativas, quizá las últimas del sexenio.
La oposición se rindió. Mientras todos sus compañeros dormían tras la piyamada en la que retozaron extasiados, sólo dos senadores panistas de la minoría opositora acudieron al recinto alterno de Xicotécatl: Xóchitl Gálvez, quien se encadenó a una curul del salón de plenos, solitaria, y Damián Zepeda, quien observó toda la sesión desde un rincón, pero tampoco pasó lista ni pidió hablar sobre el “cochinero” legislativo en curso.
El “bloque de contención”, como pomposamente se hacen llamar las bancadas de la minoría que conforman PAN, PRI, PRD y un grupito de panistas desplazados que se define como “grupo plural”, no contuvo nada y se dejó avasallar. El partido Movimiento Ciudadano, que dice ser distinto al PRIAN, hizo lo mismo. Toda la oposición claudicó, por lo menos, en dejar constancia histórica de sus objeciones a las reformas. Tenían sueño. Estaban rendidos. Ya están rendidos.
Claro, repuestos de la desvelada del jueves por las noche, una vez que doblaron las manos la noche del viernes y la madrugada del sábado, los opositores anuncian, muy envalentonados, que acudirán a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para que resuelva lo que ellos no fueron capaces de defender con su presencia y sus argumentos, como debe hacerse pese a perder votaciones.
Hasta este lunes no hay una explicación pública de las dirigencias de esos partidos a la sociedad, o al menos a quienes votan por ellos, sobre la ausencia de sus grupos parlamentarios en la sesión del Senado que inició la noche del viernes, que tendría que implicar hasta el descuento de su sueldo de ese día, porque se les paga por legislar y por oponerse a que se legisle si así lo consideran.
La oposición se rindió. Desde la Cámara de Diputados, donde al menos fijaron postura, los opositores advirtieron que no avalarían ninguna de las reformas de Morena y sus aliados, lo que es su derecho, pero luego denunciaron que el oficialismo impuso su mayoría. Y lo mismo ocurrió en el Senado, sólo que la oposición ni siquiera quiso discutir, porque estaba rendida, por el cansancio, pero también políticamente.
De hecho, la oposición se rindió desde que, en junio de 2022, anunció una “moratoria constitucional”. No aprobaría nada. Y así lo hizo: Hizo fracasar las reformas eléctrica y electoral, prioritarias para el Presidente López Obrador.
Y tan legítimo es evitar como minoría una reforma constitucional, como en esos dos casos que la oposición celebró como victorias, como legítimo es aprobar leyes por mayoría, como acaba de ocurrir.
Ahora la oposición que se rindió alega que se aprobaron leyes sin haber quórum en el Senado. Está aprobado que lo había y por eso se inició la sesión. Si más adelante ya no lo hubo, tampoco hubo una voz opositora que pidiera su verificación, como marca el reglamento del Congreso. Esos son los costos de la rendición. Afirman también que, ilegalmente, se tomó protesta a la suplente de la Senadora Claudia Balderas, en comisión en Europa, pero tampoco había nadie para acreditarlo.
La oposición que se rindió afirma, además, que nunca había ocurrido un desaseo legislativo como el del viernes y sábado en el Senado. Eso también es falso. Las reformas de Carlos Salinas con el PAN, como en lo electoral, son monumentos a la prepotencia y a la exclusión, y las reformas económicas de Ernesto Zedillo con el PAN son otro tanto.
En 2013, en un ejemplo más reciente, las dos cámaras del Congreso, con mayoría del PRIAN, habilitó como sede alterna el Centro Banamex del Hipódromo de las Américas, ante las protestas de los maestros contra la Reforma Educativa de Enrique Peña Nieto y Claudio X. González, el actual jefe de la oposición rendida.
Los partidos del Pacto por México, PRI, PAN, PRD, PVEM y Panal, aprobaron esa y todas las reformas de las élites con el Congreso usado sólo como oficialía de partes, con diputados y senadores prianistas que sólo levantaban la mano.
Hay una diferencia con lo ocurrido en el Senado: La oposición lopezobradorista de ese entonces, en la fracción del PRD y de MC que se convertiría en Morena, estuvo presente para fijar su postura y votar en contra. Nunca claudicaron.
Y hay otra diferencia sustantiva con lo ocurrido el sábado: Cuando se aprobó la reforma educativa de Claudio X. González había miles de maestros movilizados contra la imposición y en Centro Banamex estuvo resguardado por policías federales y locales; la noche del viernes, en el Senado no hubo ni una sola protesta, salvo el encadenamiento de la panista Gálvez, como parte de su campaña para ser candidata a jefa de gobierno.
Ni los que se oponen a la reforma al Conacyt, que no desaparece como mentirosamente se difunde, han salido a la calle. Sólo habrá un “paro” de inconformes convocado para este martes 2.
Después de que la oposición se rindió, irá a contravenir las reformas a la SCJN que quizá, en el papel de opositora sustituta que le ha impreso su presidenta, Norma Piña, le dé la razón. En eso, como en tantas cosas.
La oposición se rindió quizá porque, además de su incapacidad, también renunció a enfrentarse al verdadero coordinador de Morena y sus aliados, López Obrador, quien se hizo cargo de conducir la aprobación de sus reformas prioritarias para su proyecto de Gobierno.
Ni modo que López Obrador ordenara a sus bancadas no aprobar nada, porque Claudio X. González se enoja. Si no eran avaladas ahora, ya no lo serían. Y eso es lo que quería y no pudo la oposición por una razón simple que surge de la voluntad de los mexicanos: Es minoría en el Congreso.
Con estas reformas se cierra la etapa legislativa del sexenio y se inicia, de lleno, la disputa electoral para el que viene, con los dos liderazgos de cada polo: Claudio X. González por la oposición claudicante, y López Obrador con el oficialismo.
Si las reformas aprobadas son nocivas para México, el oficialismo lo pagará en las urnas y la oposición será premiada. Que los mexicanos, no las élites, decidan.
Álvaro Delgado Gómez
Álvaro Delgado Gómez es periodista, nacido en Lagos de Moreno, Jalisco, en 1966. Empezó en 1986 como reportero y ha pasado por las redacciones de El Financiero, El Nacional y El Universal. En noviembre de 1994 ingresó como reportero al semanario Proceso, en el que fue jefe de Información Política y especializado en la cobertura de asuntos políticos. Ha escrito varios libros, entre los que destacan El Yunque, la ultraderecha en el poder (Plaza y Janés); El Ejército de Dios (Plaza y Janés) y El engaño. Prédica y práctica del PAN (Grijalbo). El amasiato. El pacto secreto Peña-Calderón y otras traiciones panistas (Editorial Proceso) es su más reciente libro.