Ay, querido lector. Esperemos que el Presidente López Obrador se recupere del covid con prontitud y que todo vuelva a la normalidad, lo veamos muy pronto en las mañaneras y realizando su trabajo. Los últimos días han sido muy caóticos y llenos de rumores, maledicencias, y francas mentiras ante la enfermedad del presidente. Las redes sociales han evidenciado cuánto odio hay en sus adversarios políticos, como él los llama. Desde periodistas hasta exfuncionarios se han dedicado a esparcir rumores sobre un mal grave que lo estaría aquejando y que estaría siendo ocultado deliberadamente, sin más evidencia que la especulación y la malquerencia.
Las declaraciones contradictorias del mismo gobierno no ayudaron, porque fue evidente que no estaban coordinados a la hora de informar sobre su enfermedad. Y aunque el aviso apareció en la cuenta de tuiter del propio presidente, ante la ausencia de un video, las especulaciones no han dejado de surgir. Y es que tan acostumbrados estamos a ver al presidente a diario, que es muy extraño que durante varios días, aunque sea en un video, no lo hayamos visto. Esto porque, aún estando enfermo, en sus anteriores contagios, había informado con prontitud para tranquilidad de la gente. Vamos, el presidente suele grabar videos como parte de su política de información, cotidianamente. Desde carreteras donde se detiene a comer, hasta sus reuniones de trabajo en caminos. Muy lejos de los modos y canales institucionales, López Obrador ha convertido la comunicación directa en el sello de su gobierno y en un medio de confiabilidad y certeza.
En esta ocasión, el presidente tuvo que suspender una gira y regresar intempestivamente a la Ciudad de México, porque se contagió de covid. Versiones periodísticas de un medio yucateco señalaron que se había desmayado y habría sido trasladado de emergencia, y aunque no se presentó ninguna prueba de ello, desató un tsunami de especulaciones que no han dejado de inundar las redes sociales.
El secretario de gobernación, al día siguiente, desde la mañanera, desmintió dicha versión y ayer el secretario de salud señaló que López Obrador tiene un covid leve, que recibe paracetamol, que no tiene ningún problema cardiovascular y que pronto será dado de alta. Sin embargo, esto no ha logrado aplacar los rumores porque el presidente no ha salido, personalmente, a decirnos cómo se encuentra a través de esa comunicación primera que estableció con la gente. Personas sin escrúpulos, que desean lo peor para el presidente y su gobierno, han difundido versiones infundadas, que no por mentirosas dejan de ser inquietantes para quienes desean que el presidente se encuentre bien de salud y termine, como debe de ser, su sexenio.
Estos ataques ruines podrían detenerse si López Obrador apareciera personalmente, en un video, si es que aún no puede volver a sus funciones. No se trata de darle gusto a sus adversarios, sino de parar las habladurías en algo que nos importa a todos. La salud y el bienestar del presidente es, obviamente, un asunto del más alto interés público y no debería estar sujeto a especulaciones, mentiras, y maledicencias generalizadas en la opinión pública.
También sería importante porque, aunque el presidente esté bien, recuperándose en Palacio Nacional, su ausencia física crea un espacio para la especulación, real. Esta especulación, si persiste lo suficiente, podría causar ingobernabilidad en un escenario de tanta discordia política. Sobre todo, si los actores políticos se instalan en la duda de las versiones oficiales y comienzan a actuar en consecuencia. Es decir, no se necesita que le haya ocurrido algo grave al presidente, basta con que se diga y se crea y que dichas versiones no sean desmentidas de manera tajante, para crear un clima ominoso. La discordia puede aprovechar el vacío de poder (aunque sea falso) dañando la convivencia democrática. Los vacíos ante la falta de una comunicación eficiente y creíble, pueden ocuparlos las peores voces. No veo la ganancia, querido lector, en cederles ese espacio cuando el presidente mismo puede frenarlos sin siquiera salir de Palacio Nacional, ante una enfermedad que se está presentando con los mismos síntomas leves que en las anteriores ocasiones, como informó el secretario de salud.
También, y por último, está la gente a la cual el presidente se debe. Gente bien intencionada, que está legítimamente preocupada por su salud, que le tiene gran aprecio, y a la que tener noticias de propia voz del presidente, les brindaría mucha tranquilidad.
Por donde se le vea, lo mejor sería que López Obrador detuviera las habladurías; por el bien del país mismo y de su gobierno. Esperemos que se recupere muy pronto, pues, y que aparezca para que el clima ominoso en el que estamos se termine de una buena vez. No es deseable para nadie que los desencuentros políticos se escalen a estos niveles de indecencia en la opinión pública.
El otro asunto, querido lector, es el covid. Hemos dado por sentado que la epidemia terminó, cuando esto no es así. No solo continúa; los mexicanos no tenemos acceso a las vacunas bivalentes que son ahora las recomendadas y el acceso al antiviral Paxlovid es muy complejo, ya que tanto las vacunas como el medicamento siguen estando controlados por el gobierno. Esto significa que, por ahora, la única herramienta que seguimos teniendo es el uso de cubrebocas en espacios cerrados. Hay que seguirlo usando, querido lector, ya sabemos cómo usarlo y ya estamos acostumbrados. Más vale conservar la salud, ¿no cree?
María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.